Página 133 - Mensajes para los J

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Una experiencia viviente
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una vida de afán que no satisface. No; el yugo de Cristo ha de ser el
medio preciso por el cual la vida cristiana ha de llegar a ser una vida
de placer y de gozo. El cristiano se sentirá gozoso al contemplar lo
que el Señor ha hecho al dar a su Hijo unigénito a fin de que muriera
por el mundo, “para que todo el que crea en él, no perezca, sino
tenga vida eterna”
[96]
La lealtad a Cristo
Quienes se hallan bajo la ensangrentada bandera del príncipe
Emanuel deberían ser fieles soldados del ejército de Cristo. Nunca
deberían ser desleales, nunca infieles. Muchos de los jóvenes se
ofrecerán voluntariamente para ponerse de parte de Jesús, Príncipe
de la vida. Pero si quieren continuar de parte de él, deben contem-
plar constantemente a Jesús, su Capitán, a la espera de sus órdenes.
No pueden ser soldados de Cristo, y no obstante comprometerse
en la confederación de Satanás ayudándolo, pues entonces serían
enemigos de Cristo. Traicionarían cometidos sagrados. Formarían
un eslabón entre Satanás y los verdaderos soldados, de modo que me-
diante estos agentes vivientes el enemigo trabajaría constantemente
para hurtar el corazón de los soldados de Cristo.
Les pregunto, queridos jóvenes que profesan ser soldados de
Jesucristo: “¿Qué batallas han peleado? ¿Cuáles han sido sus com-
bates? Cuando la Palabra de Dios les ha revelado claramente la
obra ¿han rehusado hacerla porque no convenía a sus inclinaciones?
¿Les ha seducido la atracción del mundo apartándolos del servi-
cio de Cristo?” Satanás se ocupa en idear atractivos engañosos, y
por la transgresión en lo que parece ser de poca importancia los
aparta de Jesús. Luego presenta seducciones mayores para alejarlos
completamente de Dios.
Pueden tener sus nombres escritos en los libros de la iglesia y
llamarse hijos de Dios, y no obstante el ejemplo y la influencia de
ustedes, representar falsamente el carácter de Cristo, y hacer que
otros se aparten de él. No hay felicidad, paz ni gozo para un creyente
profeso que no esté alistado con todo el ser en la obra que el Señor
le ha dado para hacer. Lleva constantemente el mundo a la iglesia,
porque no se arrepiente, ni confiesa sus pecados, ni se entrega a