Página 141 - Mensajes para los J

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Capítulo 39—Seriedad de propósito
Cuando los cuatro jóvenes hebreos estaban recibiendo una edu-
cación para la corte del rey en Babilonia, no tenían idea de que la
bendición del Señor era un sustituto del abrumador esfuerzo reque-
rido de ellos. Eran diligentes en el estudio, pues discernían que,
mediante la gracia de Dios, su destino dependía de su propia volun-
tad y acción. Debían aportar toda su habilidad al trabajo y, exigiendo
un esfuerzo severo a sus facultades, tenían que sacar el mayor pro-
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vecho de sus oportunidades para estudiar y trabajar.
La cooperación con Dios
Mientras estos jóvenes edificaban su propia salvación, Dios pro-
ducía en ellos el querer y el hacer su beneplácito. En esto se revelan
las condiciones del éxito. Para hacer nuestra la gracia de Dios, de-
bemos desempeñar nuestra parte. Dios no se propone llevar a cabo
en lugar de nosotros el querer ni el hacer. Su gracia es dada para
obrar en nosotros el querer y el hacer, pero nunca como sustituto de
nuestro esfuerzo. Nuestro ser debe ser despertado a este trabajo de
cooperación. El Espíritu Santo actúa en nosotros para que podamos
trabajar en nuestra propia salvación. Esta es la lección práctica que
el Espíritu Santo se esfuerza por enseñarnos. “Porque Dios es el
que obra en vosotros, tanto el querer como el hacer, por su buena
voluntad”
El Señor cooperará con todos los que fervientemente
se esfuercen por ser fieles en su servicio, así como cooperó con
Daniel y sus tres compañeros. Las refinadas cualidades mentales y el
elevado tono de carácter moral no son frutos de la casualidad. Dios
da oportunidades; el éxito depende del uso que se haga de ellas. Es
necesario discernir prestamente las puertas que abre la Providencia
y entrar ansiosamente por ellas. Hay muchos que podrían llegar a
ser hombres poderosos si, como Daniel, dependieran de Dios para
recibir gracia para vencer, y fuerza y eficiencia para hacer su trabajo.
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