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Capítulo 47—La educación cristiana
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La mente humana es susceptible del más elevado cultivo. La
vida dedicada a Dios no debería ser una vida de ignorancia. Muchos
hablan contra la educación porque Cristo escogió pescadores incul-
tos para que predicaran su evangelio. Aseveran que Jesús mostró
preferencia por los incultos. Muchos hombres instruidos y honora-
bles creyeron en su enseñanza. Si hubieran obedecido osadamente
las convicciones de su conciencia, le habrían seguido. Sus aptitudes
habrían sido aceptadas y empleadas en el servicio de Cristo si las
hubieran ofrecido. Pero frente a los ceñudos sacerdotes y celosos go-
bernantes, carecían de fuerza moral para confesar a Cristo y arriesgar
su reputación en relación con el humilde Galileo.
Aquel que conocía el corazón de todos, comprendió esto. Si los
educados y los nobles no querían hacer la obra para la cual tenían
condiciones, Cristo elegiría a hombres que fueran obedientes y fieles
en hacer su voluntad. Eligió a hombres humildes, y los puso en
contacto consigo, con el propósito de educarlos para que llevaran a
cabo la gran obra en la tierra cuando él partiera.
Cristo, el gran educador
Cristo era la luz del mundo. Era la fuente de todo conocimiento.
Era capaz de hacer idóneos a los incultos pescadores para recibir
el elevado cometido que quería darles. Las lecciones de verdad im-
partidas a estos hombres humildes fueron de poderoso significado.
Habrían de conmover al mundo. Parecía cosa sencilla para Jesús
relacionar a estas humildes personas consigo, pero fue un aconte-
cimiento que produjo formidables resultados. Sus palabras y obras
revolucionarían al mundo.
Jesús no despreciaba la educación. La cultura superior de la
mente, si está santificada por el amor y el temor de Dios, recibe su
completa aprobación. Los hombres humildes escogidos por Cristo
estuvieron tres años con él, sujetos a la refinadora influencia de la
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