Capítulo 56—La verdadera sabiduría
Los jóvenes de ambos sexos pueden obtener una educación
terrenal superior, y sin embargo ignorar los principios excelentes
que harían de ellos súbditos del reino de Dios. El saber humano
no puede capacitar a nadie para el reino celestial. Los súbditos del
reino de Cristo no se constituyen como tales por medio de formas
y ceremonias, o por medio del largo estudio de los libros. “Esta es
la vida eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien tú has enviado”
La Biblia y la ciencia
Las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento necesitan ser
estudiadas diariamente. El estudiante que aprende constantemente
los caminos y las obras de Dios recibe la sabiduría y el conocimiento
de Dios. La Biblia ha de ser nuestra luz, nuestro educador. Cuando
los jóvenes aprendan a creer que Dios envía el rocío, la lluvia y la
luz del sol desde el cielo, haciendo prosperar la vegetación; cuando
se den cuenta de que todas las bendiciones vienen de él y que se le
debe agradecimiento y alabanza, serán inducidos a reconocer a Dios
en todos sus caminos y a desempeñar con fidelidad sus deberes día
tras día; Dios estará en todos sus pensamientos [...].
Muchos jóvenes, al hablar de la ciencia son sabios más allá de
lo que está escrito; tratan de explicar los caminos y las obras de
Dios con algo que responde a su comprensión finita; pero es todo
un miserable fracaso. La verdadera ciencia y la inspiración están en
perfecta armonía. La falsa ciencia es algo independiente de Dios. Es
ignorancia presuntuosa.
Uno de los mayores males que ha acompañado la búsqueda del
conocimiento, a la investigación de la ciencia, es que con demasiada
frecuencia quienes se ocupan en estas investigaciones pierden de
vista el carácter divino de la religión pura y sin adulterar. Los sabios
según el mundo han tratado de explicar, de acuerdo con principios
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