Página 297 - Mensajes para los J

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La economía en la indumentaria
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sin los adornos innecesarios, y pongan aparte, para el progreso de la
causa de Dios, los medios así ahorrados.
La abnegación agrada a Dios
Aprendan la lección de abnegación y enséñenla a sus hijos.
Ahora se necesita todo lo que se pueda ahorrar para la obra que ha
de hacerse. Hay que aliviar al que sufre, vestir al desnudo, alimentar
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al hambriento; hay que hablar de la verdad para este tiempo a los
que no la conocen [...].
Somos testigos de Cristo, y no podemos permitir que los in-
tereses mundanos absorban en tal forma nuestro tiempo y nuestra
atención que no prestemos oídos a las cosas que Dios ha declarado
más importantes. Están en juego intereses más elevados. “Buscad
primero el reino de Dios y su justicia”
Cristo entregó todo a la
obra que vino a hacer, y nos dice: “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame”
“Y seáis mis
discípulos”
Cristo se entregó voluntaria y alegremente para hacer
la voluntad de Dios. Se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz. ¿Hemos de sentir que es una molestia negarnos algo? ¿Nos
rehusaremos a ser participantes de sus sufrimientos? Su muerte de-
bería conmover cada fibra del ser, y disponernos a consagrar a su
obra todo lo que tenemos y somos. Al pensar en lo que él ha hecho
por nosotros, nuestro corazón debería llenarse de amor.
Cuando los que conocen la verdad practiquen la abnegación
ordenada en la Palabra de Dios, el mensaje avanzará con poder. El
Señor oirá nuestras oraciones en favor de la conversión de las almas.
El pueblo de Dios hará brillar su luz, y los incrédulos, al ver sus
buenas obras, glorificarán a nuestro Padre celestial.—
The Review
and Herald, 1 de diciembre de 1910
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El amor a la ostentación
El amor a la ostentación produce extravagancia, y en muchos
jóvenes mata la aspiración a llevar una vida más noble, En vez de
esforzarse por obtener una educación, pronto consiguen un empleo
para ganar dinero y satisfacer la pasión por los vestidos. Y esta
pasión conduce a más de una joven a la ruina.—
La Educación, 247
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