Página 332 - Mensajes para los J

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Capítulo 121—La sencillez en el vestir
“Vuestro adorno no sea exterior con peinados ostentosos, atavíos
de oro, o vestidos lujosos, sino interno, del corazón, en incorruptible
belleza de un espíritu manso y tranquilo, que es de gran valor ante
Dios”
El razonamiento humano ha tratado siempre de evadir o de poner
a un lado las instrucciones sencillas y directas de la Palabra de Dios.
En todas las épocas, una mayoría de los profesos seguidores de
Cristo ha desatendido esos preceptos que ordenan la abnegación y
la humildad, que requieren modestia y sencillez de conversación, de
conducta y de indumentaria. El resultado ha sido siempre el mismo:
un alejamiento de las enseñanzas del evangelio, lo que condujo
a la adopción de las modas, las costumbres y los principios del
mundo. La piedad vital cedió su lugar a un formalismo muerto. La
presencia y el poder de Cristo, retirados de esos círculos amadores
del mundo, hallaron cabida en una clase de humildes adoradores
que estuvieron dispuestos a obedecer las enseñanzas de la Santa
Palabra. Se ha seguido esta conducta durante generaciones sucesivas.
Se han levantado, una tras otra, diferentes denominaciones que,
abandonando su sencillez, han perdido, en gran medida, su poder
primitivo.
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Una trampa para el pueblo de Dios
Cuando vemos el amor a la moda y el lujo entre los que pro-
fesan creer la verdad presente, nos preguntamos con tristeza: ¿No
aprenderá el pueblo de Dios nada de la historia del pasado? Pocos
entienden su propio corazón. Los vanos y frívolos amadores de los
placeres pueden decir que son seguidores de Cristo, pero su manera
de vestir y su conversación muestran qué es lo que ocupa la mente
y halaga los afectos. Su vida denuncia su amistad con el mundo, y
este los reclama como suyos.
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