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Mensajes para los Jóvenes
El Salvador declaró: “Por sus frutos los conoceréis”
Todos los
que sigan verdaderamente a Cristo llevarán frutos para su gloria.
Su vida testifica que el Espíritu de Dios ha realizado una buena
obra en ellos, y dan frutos para la santidad. Su vida es elevada y
pura. Las acciones correctas son el fruto inequívoco de la verdadera
piedad, y los que no llevan frutos de esta clase revelan que no tienen
experiencia en las cosas de Dios. No son uno con la Vid. Dijo
Jesús: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano
no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid;
tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo Soy la vid, vosotros
los pámpanos. El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho
fruto. Porque separados de mí, nada podéis hacer”
[268]
Los que quieren adorar al verdadero Dios deben sacrificar todo
ídolo. Jesús dijo al doctor de la ley: “Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu mente. Este es el
primero y el mayor Mandamiento”
Los primeros cuatro preceptos
del Decálogo no permiten que separemos de Dios nuestros afectos.
Ninguna cosa debe compartir nuestro supremo deleite en él. No
podremos avanzar en la experiencia cristiana mientras no pongamos
a un lado todo lo que nos separa de Dios.
La gran Cabeza de la iglesia, que ha elegido a su pueblo entre
los del mundo, requiere de él que se separe del mundo. Quiere que
el espíritu de sus mandamientos, atrayendo a sus seguidores a sí,
los separe de los elementos mundanales. Amar a Dios y guardar sus
mandamientos es algo que dista mucho del amar los placeres del
mundo y su amistad. No hay concordia entre Cristo y Belial.
Promesas a los jóvenes
A los jóvenes que siguen a Cristo les espera una guerra; tienen
que llevar diariamente la cruz al salir del mundo e imitar la vida de
Cristo. Pero hay registradas muchas promesas preciosas para los que
buscan temprano al Salvador. La Sabiduría invita a los hijos de los
hombres: “Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano
me buscan”
“Por tanto, ceñid vuestra mente, sed sobrios, y fijad toda vuestra
esperanza en la gracia que os será dada cuando Jesucristo se mani-
fieste. Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que