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Capítulo 10—Satanás es un poderoso enemigo
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El hombre caído es el cautivo legítimo de Satanás. La misión de
Jesucristo fue libertarlo de su poder. El hombre se inclina natural-
mente a seguir las sugerencias de Satanás y por sí mismo no puede
resistir con éxito a un enemigo tan terrible, a menos que Cristo,
el poderoso Vencedor, more en él, guiando sus deseos y dándole
fuerza. Solo Dios puede limitar el poder de Satanás, que anda en
la tierra de acá para allá. Ni por un momento deja de estar alerta
por temor a perder una oportunidad para destruir a los hombres.
Es importante que el pueblo de Dios entienda esto, para que pueda
evadir sus trampas.
Satanás disfrazado
Satanás está preparando sus engaños para que en su última cam-
paña contra el pueblo de Dios, este no lo reconozca. “Y no es de
extrañar, el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz”
Mientras
algunos seres engañados alegan que no existe, él los toma cautivos y
trabaja en extenso grado por medio de ellos. Satanás conoce mejor
que los hijos de Dios el poder que pueden tener sobre él cuando su
fuerza está en Cristo.
Los más débiles creyentes en la verdad, cuando piden humilde-
mente ayuda al poderoso Vencedor, pueden, confiando firmemente
en Cristo, rechazar con éxito a Satanás y a toda su hueste. Él es
demasiado astuto para presentarse abierta y osadamente con sus
tentaciones, pues se despertarían entonces las adormecidas energías
del cristiano, y confiaría en el fuerte y poderoso Libertador. Pero
Satanás se presenta inadvertidamente y trabaja disfrazado a través de
los hijos de la desobediencia que hacen profesión de piedad. Satanás
hará uso de todo su poder para acosar, tentar y descarriar al pueblo
de Dios.
Quien se atrevió a hacer frente, tentar y vituperar a nuestro Señor,
y tuvo poder para tomarlo en sus brazos y llevarlo a las almenas del
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