Capítulo 25—El perfeccionamiento del carácter
Cristo no nos ha dado la seguridad de que sea algo fácil lograr
la perfección del carácter. Un carácter noble, cabal, no se hereda.
No lo recibimos accidentalmente. Un carácter noble se obtiene me-
diante esfuerzos individuales, realizados por los méritos y la gracia
de Cristo. Dios da los talentos, las facultades mentales; nosotros
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formamos el carácter. Lo desarrollamos sosteniendo rudas y severas
batallas contra el yo. Hay que sostener conflicto tras conflicto contra
las tendencias hereditarias. Tendremos que criticarnos severamente
a nosotros mismos, y no permitir que quede sin corregir un solo
rasgo desfavorable.
Nadie diga: “No puedo remediar mis defectos de carácter”. Si
llegan a esta conclusión, dejarán ciertamente de obtener la vida
eterna. La imposibilidad reside en la propia voluntad. Si no quieren,
no pueden vencer. La verdadera dificultad proviene de la corrupción
de un corazón no santificado y de la falta de voluntad para someterse
al gobierno de Dios.
Proponerse un blanco elevado
Muchos a quienes Dios ha calificado para hacer un excelente
trabajo, realizan muy poco porque intentan poco. Miles pasan por la
vida como si no tuvieran objeto definido por el cual vivir, ni norma
que alcanzar. Los tales recibirán una recompensa proporcional a sus
obras.
Recuerden que nunca alcanzarán una norma más elevada que la
que ustedes mismos se fijen. Fíjense, pues, un blanco alto y ascien-
dan todo el largo de la escalera del progreso paso a paso, aunque
represente penoso esfuerzo, abnegación y sacrificio. Que nada los
estorbe. El destino no ha tejido sus redes alrededor de ningún ser
humano tan firmemente que este tenga que permanecer impotente
y en la incertidumbre. Las circunstancias adversas deberían crear
una firme determinación de vencerlas. El quebrantar una barrera
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