Página 103 - Mensajes Para los J

Basic HTML Version

Capítulo 26—La batalla de la fe
Muchos de los jóvenes no tienen un principio fijo para servir a
Dios. Se rinden bajo cada nube, y no tienen poder de resistencia. No
crecen en gracia. Aparentan guardar los mandamientos de Dios, pero
no están sometidos a la ley de Dios, y ciertamente no pueden estarlo.
Sus corazones carnales deben cambiar. Deben ver belleza en la
santidad: entonces suspirarán por ella como el cervatillo suspira por
los manantiales de agua; entonces amarán a Dios y su ley; entonces
será liviano el yugo de Cristo y ligera su carga.
Si el Señor ha ordenado vuestros pasos, queridos jóvenes, no
debéis esperar que vuestro camino sea siempre de paz y prosperidad
exteriores. El camino que lleva al día eterno no es el más fácil de
recorrer, y a veces parecerá oscuro y espinoso. Pero tenéis la seguri-
dad de que los brazos eternos de Dios os rodearán para protegeros
del mal. El quiere que tengáis ferviente fe en él, y que aprendáis a
confiar en él tanto en la sombra como a la luz del sol.
Fe viviente
La fe debe morar en el seguidor de Cristo, porque sin esto es
imposible agradar a Dios. La fe es la mano que se ase de la ayuda
infinita; es el medio por el cual el corazón renovado late al unísono
con el corazón de Cristo. Con frecuencia, el águila que se esfuerza
por llegar a su nido es arrojada por la tempestad a los estrechos
desfiladeros de las montañas. Las nubes, en masas oscuras, airadas,
se interponen entre ella y las asoleadas alturas donde ha fijado su
[101]
nido. Por un momento parece aturdida, y se precipita de aquí para
allá batiendo sus fuertes alas como si quisiese hacer retroceder las
densas nubes. Con su grito salvaje, en sus vanos esfuerzos por en-
contrar la salida de la prisión, despierta las palomas de las montañas.
Por fin se lanza hacia arriba para atravesar la oscuridad, y da un
chillido agudo de triunfo al surgir de ella un momento después y ver
la serena luz del sol. Han quedado por debajo de ella la tempestad y
99