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Capítulo 27—Apropiaos de la victoria
Escasa idea tenemos de la fuerza que adquiriríamos si nos pu-
siéramos en contacto con la fuente de toda fuerza. Caemos repeti-
damente en el pecado, y creemos que deberá ser siempre así. Nos
aferramos a nuestras debilidades como si fueran algo de lo cual de-
bemos estar orgullosos. Cristo nos dice que debemos poner nuestro
rostro como pedernal si queremos vencer. El llevó nuestros pecados
sobre su cuerpo en un madero; y por el poder que nos ha dado,
podemos resistir al mundo, a la carne y al demonio. No hablemos,
pues, de nuestra debilidad y falta de eficiencia, sino de Cristo y de
su fuerza. Cuando hablamos de la fuerza de Satanás, el enemigo
consolida más su poder sobre nosotros. Cuando hablamos del poder
del Poderoso, hacemos retirar al enemigo. Al acercarnos a Dios,
Dios se acerca a nosotros...
Muchos de nosotros dejamos de aprovechar nuestros privilegios.
Hacemos unos pocos débiles esfuerzos para practicar el bien, y luego
volvemos a nuestra vieja vida de pecado. Si alguna vez hemos de
entrar en el reino de Dios, será con carácter perfecto, sin mancha,
arruga, ni cosa semejante. Satanás trabaja con mayor actividad al
acercarse el fin del tiempo. Tiende sus trampas, sin ser advertido por
nosotros, a fin de posesionarse de nuestras mentes. Trata de todas
maneras de eclipsar del alma la gloria de Dios. A nosotros nos toca
decidir si gobernará él nuestros corazones y mentes, o si tendremos
un lugar en la tierra nueva, un derecho a la heredad de Abrahán.
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El poder de Dios, combinado con el esfuerzo humano, ha obrado
una gloriosa victoria en favor nuestro. ¿No la apreciaremos? En
Jesús nos fueron dadas todas las riquezas del cielo. Dios no quería
que la confederación del mal dijese que él podía hacer más de lo
que ha hecho. Los mundos que creó, los ángeles del cielo, podrían
dar testimonio de que él no podía hacer más. Dios tiene recursos
de poder de los cuales todavía nada sabemos, y de éstos nos suplirá
en nuestro tiempo de necesidad. Pero nuestro esfuerzo se ha de
combinar siempre con el divino. Debemos poner en actividad nuestro
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