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Capítulo 31—La unión con Cristo
La Union con Cristo por la fe viviente es duradera; cualquier otra
unión debe perecer. Cristo nos escogió primero, pagando un precio
infinito por nuestra redención, y el verdadero creyente escoge a
Cristo como lo primero, lo último y lo mejor en todo. Pero esta unión
nos cuesta algo. Es una unión de completa dependencia, de la cual
ha de entrar a formar parte un ser orgulloso. Todos los que forman
esta unión deben sentir la necesidad de la sangre expiatoria de Cristo.
Necesitan un cambio de corazón. Deben someter su propia voluntad
a la de Dios. Habrá una lucha con obstáculos internos y externos.
Debe haber una obra dolorosa de separación así como de unión.
Deben ser vencidos el orgullo, la vanidad, la mundanalidad, el pecado
en todas sus formas, si queremos unirnos con Cristo. La razón por la
cual muchos encuentran la vida cristiana tan deplorablemente dura,
la razón porque son tan inconstantes, tan variables, es que tratan
de unirse a Cristo sin haberse separado primero de estos ídolos
acariciados.
Una vez formada la unión con Cristo, sólo puede ser conservada
mediante la oración ferviente y un esfuerzo incansable. Debemos
resistir, debemos negarnos a nosotros mismos, debemos vencer el
yo. Mediante la gracia de Cristo, por el valor, la fe y la vigilancia,
podemos ganar la victoria.—
Testimonios para la Iglesia 5:231
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