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Capítulo 62—Los jóvenes como ganadores de almas
Satanás es un enemigo vigilante, atento a su propósito de inducir
a los jóvenes a una conducta enteramente contraria a la que Dios
aprobaría. El sabe perfectamente que nadie puede hacer tanto bien
como los jóvenes y las señoritas consagrados a Dios. Los jóvenes,
si fueran correctos, podrían ejercer una poderosa influencia. Los
predicadores o laicos avanzados en años no pueden tener sobre la
juventud ni la mitad de la influencia que pueden tener sobre sus
compañeros los jóvenes consagrados a Dios. Deberían ellos sentir
sobre sí la responsabilidad de hacer todo lo que puedan para salvar a
sus semejantes, aun al precio del sacrificio de su placer y sus deseos
naturales. El tiempo y aun los medios, si se requirieran, deberían ser
consagrados a Dios.
Los que profesan piedad deberían tener conciencia del peligro
de los que están sin Cristo. Pronto terminará su tiempo de gracia.
Los que podrían haber ejercido su influencia para salvar almas si
hubiesen seguido el consejo de Dios y que en cambio han dejado de
cumplir su deber por causa del egoísmo y la indolencia, o porque se
avergonzaban de la cruz de Cristo, no sólo perderán su alma, sino
que tendrán sobre sus vestiduras la sangre de los pobres pecadores.
A los tales se exigirá cuenta del bien que podrían haber hecho si se
hubiesen consagrado a Dios, y que no hicieron por su infidelidad.
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Los que han probado realmente las dulzuras del amor redentor
no quieren ni pueden descansar hasta dar a conocer a todos los que
se relacionan con ellos, el plan de la salvación. Los jóvenes deberían
preguntar: “Señor, ¿qué quieres que haga? ¿Cómo puedo honrar y
glorificar tu nombre en la tierra?” Alrededor de nosotros perecen
almas, y sin embargo, ¿qué responsabilidad llevan los jóvenes de
ganar almas para Cristo?
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