Capítulo 71—La ciencia del vivir
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¿QUE puede hacerse para detener la marea de enfermedad y
crimen que está arrastrando a nuestra especie a la ruina y a la muerte?
Como la gran causa del mal ha de hallarse en la complacencia del
apetito y la pasión, la primera y gran obra de reforma debe ser
aprender y poner en práctica las lecciones de la temperancia y el
dominio propio.
Si ha de efectuarse un cambio permanente para el mejoramiento
de la sociedad, la educación de las masas debe empezar en la época
temprana de la vida. Es casi seguro que los hábitos formados en
la infancia y la juventud, los gustos adquiridos, el dominio propio
logrado, los principios inculcados desde la cuna, han de determinar el
futuro del hombre o de la mujer. El crimen y la corrupción resultantes
de la intemperancia y las costumbres relajadas podrían ser evitados
por la debida educación de la juventud.
La salud y el dominio propio
La salud física perfecta es una de las más grandes ayudas para
formar en la juventud caracteres puros y nobles, fortaleciéndolos
para dominar el apetito y refrenar los excesos degradantes; y, por
otra parte, estos mismos hábitos de dominio propio son esenciales
para el mantenimiento de la salud.
Es de la mayor importancia que los hombres y las mujeres sean
instruidos en la ciencia de la vida humana, y en cuanto a los me-
jores medios de preservar y adquirir la salud. La juventud es, por
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excelencia, la época de almacenar los conocimientos que han de
ponerse diariamente en práctica durante toda la vida. La juventud
es la época para establecer buenos hábitos, para corregir los malos
ya contraídos, para lograr y mantener el poder del dominio propio
y trazar el plan y acostumbrarse a la práctica de ordenar todos los
actos de la vida de acuerdo con la voluntad de Dios y el bienestar de
nuestros semejantes. . .
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