El valor del estudio de la Biblia
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humana de la ruina a que Satanás arrastró a la especie con sus tenta-
ciones, es el mismo que ha preservado del pecado a los habitantes de
otros mundos. Cada mundo de la inmensidad es objeto del cuidado y
sostén del Padre y el Hijo; y este cuidado es ejercido constantemente
a favor de la humanidad caída. Cristo intercede en favor del hom-
bre, y esa misma obra mediadora conserva también el orden de los
mundos invisibles. ¿No son estos temas de magnitud e importancia
suficientes para ocupar nuestros pensamientos y provocar nuestra
gratitud y adoración a Dios?
El desarrollo intelectual
Abrid la Biblia ante los jóvenes, dirigid su atención a los tesoros
ocultos que ella encierra, enseñadles a buscar sus joyas de verdad,
y obtendrán ellos una fuerza intelectual que no podrá impartirles el
estudio de todo lo que abarca la filosofía. Los grandes temas que la
Biblia trata, la digna sencillez de sus declaraciones inspiradas, los
temas elevados que presenta a la mente, la luz penetrante y clara que
fluye del trono de Dios y alumbra el entendimiento, desarrollarán
las facultades de la mente hasta un punto que difícilmente puede ser
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comprendido y que nunca será plenamente explicado.
La Biblia presenta a la imaginación un campo ilimitado, tanto
más elevado y noble que las creaciones superficiales del intelecto
no santificado como los cielos son más altos que la tierra. La histo-
ria inspirada de nuestra especie es colocada en las manos de todo
individuo. Todos pueden ahora empezar su investigación. Pueden
familiarizarse con nuestros primeros padres cuando estaban en el
Edén, en estado de santa inocencia, gozando de la comunión con
Dios y los ángeles inmaculados. Pueden investigar la introducción
del pecado y sus resultados sobre la especie, y seguir paso a pa-
so el curso de la historia sagrada que registra la desobediencia e
impenitencia del hombre y la justa retribución por el pecado.
Una cultura superior
El lector puede tener trato con los patriarcas y profetas; puede
moverse a través de las escenas más inspiradoras; puede contemplar
a Cristo, el Monarca del cielo, igual a Dios, que tomó la forma