Capítulo 97—Un uso indebido de la música
Los ángeles andan alrededor de aquella morada. En ella se cele-
bra una reunión de jóvenes; se oye el sonido de música instrumental
y vocal. Hay cristianos allí reunidos, pero ¿qué es lo que se oye? Es
un canto, una frívola cantinela, propia de un salón de baile. He aquí,
los ángeles puros retraen su luz, y la oscuridad envuelve a los que
están en la casa. Los ángeles se apartan de la escena. Sus rostros
están tristes. He aquí que lloran. Vi repetirse esto varias veces en las
filas de los observadores del sábado, y especialmente en———. La
música ha ocupado las horas que debían ser dedicadas a la oración.
La música es el ídolo adorado por muchos cristianos profesos obser-
vadores del sábado. Satanás no hace objeción a la música si puede
hacer de ella el medio para tener acceso a la mente de los jóvenes.
Cualquier cosa que aparte la mente de Dios y ocupe el tiempo que
debiera ser dedicado a su servicio, convendrá a su propósito. Para su
trabajo utiliza los medios que ejerzan la más fuerte influencia para
mantener al mayor número en una infatuación agradable, mientras
son paralizados por su poder. La música es una bendición si se apro-
vecha bien, pero con frecuencia resulta uno de los más atrayentes
instrumentos de Satanás para hacer caer a las almas. Cuando se
abusa de ella, conduce a los que no son consagrados, al orgullo, a la
vanidad y a la frivolidad. Cuando se permite que ocupe el lugar de
la devoción y la oración, es una maldición terrible. Los jóvenes se
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reúnen para cantar, y, aunque son cristianos profesos, deshonran con
frecuencia a Dios y su fe con su conversación frívola y la música
que eligen. La música sagrada no es de su gusto. Mi atención fue
dirigida a las sencillas enseñanzas de la Palabra de Dios que había
sido pasada por alto. En el juicio, todas estas palabras inspiradas
condenarán a los que no les prestaron atención.—
Testimonios para
la Iglesia 1:506
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