Las reuniones sociales
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sus palabras. Los que escuchan reciben una mala impresión, y se
arroja una ofensa sobre Cristo. ¡Ojalá los jóvenes cuidasen bien sus
palabras, porque por ellas serán justificados o condenados! Recordad
que Jesús está a vuestro lado dondequiera que vayáis, observando
vuestras acciones y escuchando vuestras palabras. ¿Os avergonzaría
oír su voz y saber que él escucha vuestra conversación?
El cristiano que era ferviente y que participa en diversiones
mundanas, se halla en terreno peligroso. Ha abandonado la región
llena de la atmósfera vital del cielo, y se halla sumergido en una
atmósfera de niebla; pues en muchos casos las reuniones de placer y
diversión son una ofensa a la religión de Cristo.
El que mantiene su comunión con Dios no puede participar
sinceramente de estas cosas. Las palabras que oye no congenian
con él, pues no son el lenguaje de Canaán. Los que hablan no dan
evidencia de que en sus corazones estén elevando melodías a Dios.
Influencias sutiles
Las personas de carácter y experiencia religiosa artificiales están
demasiado dispuestas a reunirse para divertirse, y su influencia atrae
a otros. A veces se persuade a jóvenes de ambos sexos que tratan de
ser cristianos según la Biblia, a que se unan al grupo. Como no están
dispuestos a que se los considere singulares, y tienen inclinación
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natural a seguir el ejemplo de otros, se colocan bajo la influencia de
aquellos que tal vez nunca han sentido el toque divino en la mente o
el corazón. Si hubiesen consultado en oración la norma divina, para
saber lo que Cristo ha dicho en cuanto al fruto que ha de llevar el
árbol cristiano, se habrían percatado de que estos entretenimientos
eran realmente banquetes preparados para impedir que las almas
aceptasen la invitación a la fiesta de bodas del Cordero.
Ocurre a veces que, por frecuentar lugares de diversión, los jó-
venes que han sido cuidadosamente instruidos en el camino del
Señor son apartados por el hechizo de la influencia humana y toman
afecto a aquellos cuya educación e instrucción han sido de carácter
mundano. Se venden a una esclavitud que ha de durar toda la vida,
al unirse con personas que no poseen el ornamento de un espíritu
semejante al de Cristo. Los que verdaderamente aman y sirven a
Dios temerán descender al nivel del mundo escogiendo la sociedad