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Capítulo 143—La verdadera cortesía
El Señor Jesús nos pide que reconozcamos los derechos de ca-
da ser humano. Hemos de considerar los derechos sociales de los
hombres y sus derechos como cristianos. A todos debemos tratar
con amenidad y delicadeza, como hijos e hijas de Dios.
El cristianismo hará de todo hombre un cumplido caballero. Cris-
to fue cortés aun con sus perseguidores; y sus discípulos verdaderos
manifestarán el mismo espíritu. Mirad a Pablo cuando compareció
ante los magistrados. Su discurso ante Agripa es dechado de verda-
dera cortesía y de persuasiva elocuencia. El Evangelio no fomenta
la cortesía formalista, tan corriente en el mundo, sino la cortesía que
brota de la verdadera bondad del corazón.
El cultivo más esmerado del decoro externo no basta para acabar
con el enojo, el juicio implacable y la palabra inconveniente. El
verdadero refinamiento no traslucirá mientras se siga considerando
al yo como objeto supremo. El amor debe residir en el corazón. Un
cristiano cabal funda sus motivos de acción en el amor profundo
que tiene por el Maestro. De las raíces de su amor a Cristo brota
un interés abnegado por sus hermanos. El amor comunica al que lo
posee gracia, decoro y gentileza en el modo de portarse. Ilumina el
rostro y modula la voz; refina y eleva al ser entero.—
El Ministerio
de Curación, 390
.
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La necesidad de la verdadera cortesía
Existe la mayor necesidad de que los hombres y las mujeres
que conocen la voluntad de Dios aprendan a ser obreros de éxito en
su causa. Debieran ser personas cultas, de entendimiento, que no
tengan el engañoso brillo exterior y la sonrisa afectada del mundano,
sino la finura y la verdadera cortesía que sabe a cielo, que cada
cristiano deberá tener si quiere ser participante de la naturaleza
divina. La falta de la verdadera dignidad y cortesía cristianas en
las filas de los observadores del sábado testifica contra nosotros
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