Casándose y dándose en matrimonio
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por la relación con otra persona hasta el punto de perder el interés
en la reunión de oración y en el culto religioso...
En busca de la dirección divina
Si los hombres y las mujeres tienen el hábito de orar dos veces
al día antes de pensar en el matrimonio, deberían orar cuatro veces
diarias cuando tienen en vista semejante paso. El matrimonio es algo
que influirá en vuestra vida y la afectará tanto en este mundo como
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en el venidero. El cristiano sincero no llevará adelante sus planes en
este sentido sin el conocimiento de que Dios aprueba su conducta.
No querrá escoger por sí mismo, sino sentirá que Dios debe escoger
por él. No nos hemos de complacer a nosotros mismos, pues Cristo
no lo hizo. No quisiera que se entienda que hay que casarse con
quien uno no ama. Esto sería un pecado. Pero no se debería permitir
que la imaginación y la naturaleza emotiva conduzcan a la ruina.
Dios requiere el corazón entero, los afectos supremos.
La mayoría de los matrimonios de nuestra época, y la forma en
que se los realiza, hacen de ellos una de las señales de los últimos
días. Los hombres y las mujeres son tan persistentes, tan tercos, que
Dios es dejado fuera del asunto. La religión es dejada a un lado
como si no tuviese parte que representar en esta cuestión solemne e
importante. Pero a menos que los que profesan creer en la verdad
sean santificados por ella, exaltados en pensamiento y carácter, es-
tarán ante Dios en una condición menos favorable que el pecador
que nunca ha sido iluminado respecto a sus demandas (
Review and
Herald,
septiembre 25, 1888
).
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