Página 187 - El Ministerio Pastoral (1995)

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La dedicación de los niños
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ninguna de sus palabras”.
1 Samuel 3:19
. En el caso de este profeta
y juez de Israel se presentan las posibilidades colocadas delante del
niño cuyos padres cooperan con Dios, haciendo la obra que les es
señalada.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de
la Educación Cristiana, 135
.
El padre es responsable por la dedicación de cada miembro
de su hogar
—El padre debía actuar como sacerdote de la familia, y
si él había fallecido, el hijo mayor entre los que vivían debía cumplir
el acto solemne de rociar con sangre el dintel de la puerta. Es un
símbolo de la obra que debe hacerse en cada familia. Los padres
han de reunir a sus hijos en el hogar y presentarles a Cristo como su
Pascua. El padre debe dedicar cada miembro de la familia a Dios y
hacer una obra representada por la cena pascual. Es peligroso dejar
este solemne deber en manos ajenas.—
El Hogar Cristiano, 293
.
Este riesgo es bien ilustrado mediante un incidente que está
relacionado con una familia hebrea en la noche de la pascua. La
leyenda dice que la hija mayor estaba enferma; pero que ella conocía
el hecho de que un cordero debía ser escogido por cada familia,
y que su sangre debía ser rociada en el dintel y en el marco de la
puerta con el fin de que el Señor pudiera ver la marca de sangre, y
no permitir así que el destructor entrase y destruyera al primogénito.
Con cuanta ansiedad vio ella acercarse el anochecer cuando el ángel
destructor pasaría por allí. Ella se sintió muy inquieta. Llamó a su
padre a su lado, y preguntó, “¿Has marcado el dintel de la puerta con
sangre?” El contestó, “Sí; he dado órdenes en cuanto a este asunto.
No temas; pues el ángel destructor no entrará aquí”. Llegó la noche,
y una y otra vez la niña llamaba a su padre, preguntando aún, “¿Estás
seguro de que el marco de la puerta está marcado con sangre?” Vez
tras vez el padre le aseguró que no tenía porque temer; que una
orden que involucraba tales consecuencias no sería descuidada por
sus confiables siervos.
Al llegar la noche, se escuchó su voz suplicante decir, “Papá,
yo no estoy segura. Tómame en tus brazos, y déjame ver la marca
por mi misma, para que pueda estar tranquila”. El padre accedió a
los deseos de su hija; la tomó en sus brazos y la llevó a la puerta;
pero no había marca de sangre en el dintel de la puerta. El tembló de
terror al darse cuenta de que su hogar pudiera tornarse en una casa
de luto. Con sus propias manos tomó la rama de hisopo, y salpicó el