204
El Ministerio Pastoral
llevan el nombre de Cristo algo que decir en la reunión de testimo-
nios. Estos deben ser cortos, y de naturaleza tal que ayuden a otros.
Nada destruirá más seguramente el espíritu de devoción como que
una persona dedique veinte o treinta minutos a un largo testimonio.
Esto significa la muerte de la espiritualidad de la reunión.—
Obreros
Evangélicos, 180
.
[214]
Las oraciones heladas y los testimonios largos arrojan una
sombra sobre la reunión de oración
—Temo que algunos no pre-
senten sus dificultades a Dios en oración particular, sino que las
reserven para la reunión de oración, y allí elevan sus oraciones de
varios días. A los tales se los puede llamar asesinos de reuniones
públicas y de oración. No emiten luz; no edifican a nadie. Sus ora-
ciones heladas y sus largos testimonios de apóstatas arrojan una
sombra. Todos se alegran cuando han terminado, y es casi imposible
desechar el enfriamiento y las tinieblas que sus oraciones y exhorta-
ciones imparten a la reunión. Por la luz que he recibido, entiendo
que nuestras reuniones deben ser espirituales, sociales y no dema-
siado largas. La reserva, el orgullo, la vanidad y el temor del hombre
deben quedar en casa. Las pequeñas diferencias y los prejuicios no
deben de ir con nosotros a estas reuniones. Como en una familia
unida, la sencillez, la mansedumbre, la confianza y el amor deben
reinar en el corazón de los hermanos y las hermanas que se reúnen
para ser refrigerados y vigorizados al juntar sus luces.—
Joyas de los
Testimonios 1:271, 272
.
No se traiga un espíritu tedioso y quejumbroso a las reunio-
nes de oración
—Muchas oraciones y testimonios son tan carentes
del Espíritu de Dios como una esponja seca sin humedad; porque no
tienen a Jesús morando en sus corazones. Esto hace que la reunión
de oración sea fría y sin vida, y no es sorprendente que los niños
odien tales reuniones. No traiga un espíritu tedioso y quejumbroso a
las reuniones de oración. No intercambie ideas para ver si puede con-
tar la historia más triste. Hay suficiente de que hablar sin tener que
levantar un sentimiento doloroso. Cuando estamos dispuestos a venir
como niños, conscientes de nuestras propias debilidades, y deseosos
de ser instruidos por el Divino Maestro, nuestros corazones serán
llenos del amor de Jesús, y anhelaremos hablar de su incomparable
valor. Cesaremos de hablar de nosotros mismos. Nuestras pruebas
parecerán tan insignificantes que olvidaremos mencionarlas. Goza-