Página 44 - El Ministerio Pastoral (1995)

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El Ministerio Pastoral
en la escuela de Cristo. Su capacitación para el trabajo es un asunto
de toda la vida, una lucha mano a mano, diaria y ardua con los
hábitos establecidos, las inclinaciones y las tendencias hereditarias.
Exige un esfuerzo constante, presto y vigilante para velar y controlar
el yo, para mantener prominentemente a Jesús y al yo escondido.—
Testimonies for the Church 4:376
.
Toma tiempo aprender a pastorear adecuadamente el reba-
ño del Señor
—¿Cuánto tiempo le tomó a Moisés aprender la lección
de la mansedumbre, y llegar a ser un general para guiar el ejército
de Israel fuera de Egipto? El pasó por un período de larga disci-
plina. Durante cuarenta años cuidó ovejas en la tierra de Madián,
aprendiendo a ser un buen pastor para el rebaño. En su puesto como
pastor fue llamado para cuidar al débil, para guiar al descarriado,
para buscar al perdido. Este era un entrenamiento esencial para quien
sería el líder de Israel; pues en el cuidado del rebaño del Señor sería
llamado para alimentar al débil, instruir al descarriado, y para traer
al perdido de vuelta al redil.—
The Signs of the Times, 16 de enero
de 1893
.
La responsabilidad
Alimente, supervise, y sea ejemplo para su rebaño
—Los mi-
nistros de la Palabra, y otros que ocupen puestos de responsabilidad,
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así como el cuerpo de la iglesia, necesitan este espíritu de humildad
y contrición. El apóstol Pedro le escribe a los que laboran en el
evangelio: “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cui-
dad de ella, no por la fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia
deshonesta, sino con ánimo pronto; no dominando las heredades del
Señor, sino siendo dechados de la grey”.—
The Review and Herald,
16 de diciembre de 1890
.
Predique la Palabra, y visite a las personas
—Ninguna parte
de las responsabilidades del ministro debe ser descuidada. Debe
predicar la Palabra, no las opiniones de los hombres. Debe trabajar
con los individuos, visitar a las familias, no para hablar sólo de
las cosas comunes de la vida, sino cosas de valor eterno, orando
con ellos, y enseñando con toda sencillez la verdad de Dios.—
The
Review and Herald, 30 de junio de 1891
.