Página 137 - El Ministerio de Publicaciones (1997)

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Males de la centralización y la colonización
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de la Asociación General. El carácter sagrado de esta Asociación está
desapareciendo con rapidez. ¿Qué se estimará, entonces, como puro,
santo y sin mancha? ¿Habrá alguna voz que nuestro pueblo pueda
considerar como digna de respeto? Por cierto que ahora no hay nada
que ostente las credenciales divinas. Las cosas sagradas se mezclan
con negocios terrenos que no tienen relación con Dios”.—
Carta 81,
1896
;
Sp IRHWBC 18
.
En 1894, la Asociación General estaba constituida por 21 miem-
bros o fideicomisarios. La junta directiva de la Review and Herald
estaba formada por siete miembros. El presidente, tesorero y auditor
de la junta de la Review and Herald eran miembros de la junta ejecu-
tiva de la Asociación General, que estaba formada por seis personas.
De manera que había en Battle Creek juntas directivas vinculadas
que controlaban, hasta donde fuera posible, la iglesia y sus insti-
tuciones. Elena de White protestaba contra este tipo de acciones
ejercido por un número reducido de personas. En el Congreso de
la Asociación General de 1901, se efectuó una reorganización que
corrigió en gran medida esta clase de “poder real”.
Elena de White quedó complacida por las medidas adoptadas en
este importante congreso, y dijo que se había ganado una victoria.
La cooperación entre instituciones, y no la consolidación, era
el objetivo que debía mantenerse vigente. Un esfuerzo unido para
alcanzar metas económicas y prácticas bajo la dirección de hombres
“puros y rectos” dedicados a la obra con “integridad inmutable” re-
sultarían agradables para Dios y recibirían el sello de su aprobación.
La iglesia, sin embargo, debía estar constantemente
* * * * *
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alerta para prevenir el resurgimiento de una clase de liderazgo y
control “real”. Las riendas del gobierno de la iglesia no deben des-
lizarse a las manos de unas pocas personas o instituciones.—Los
Fideicomisarios de los Escritos de Elena G. de White.
Exceso de intereses en un solo lugar
—Nuestro pueblo corre
constantemente el peligro de concentrar demasiados intereses en
un solo lugar; pero Dios no se propone que se haga tal cosa. He
recibido repetidamente mensajes acerca de los peligros de este pro-
cedimiento.