Predicación poderosa, 18 de abril
En aquellos días vino Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea, y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado.
Mateo 3:1, 2
.
Juan el Bautista fue enseñado por el Señor en su vida del desierto. Estudiaba las revelaciones de Dios en la naturaleza. Bajo la
dirección del Divino Espíritu, estudiaba los pergaminos de los profetas. De día y de noche, su estudio y meditación eran de Cristo,
hasta que su mente, corazón y alma se colmaron de la visión gloriosa.
Contemplaba al Rey en su hermosura, y perdía de vista el yo. Contemplaba la majestad de la santidad y reconocía su propia
ineficiencia y falta de mérito. Lo que debía declarar era el mensaje de Dios. Era en el poder de Dios y su justicia que se mantendría
firme. Estaba listo para salir como mensajero del cielo, sin temor a lo humano, porque había contemplado lo divino. Podía mantenerse
con valor delante de la presencia de los monarcas del mundo porque con temor y temblor se había postrado ante el Rey de reyes.
Juan declaró su mensaje sin tener que recurrir a argumentos sutiles o teorías rebuscadas. De manera impresionante y con carácter,
pero llena de esperanza, su voz se escuchaba en el desierto diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.
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Mateo 3:2
. Con un poder nuevo e inusitado, su voz conmovía a la gente. La nación entera se conmovió. Las multitudes acudían
al desierto... Y todos, aún el fariseo y el saduceo, el burlador frío e insensible, salieron—aplacadas sus muecas—con el corazón
movido a compunción por sus pecados...
En esta era, poco antes de la Segunda Venida de Cristo en las nubes de los cielos, ha de hacerse una obra tal como la de Juan el
Bautista. Dios busca a hombres que preparen a un pueblo que esté firme en el gran día del Señor... Como pueblo que cree en el
pronto advenimiento de Cristo, tenemos un mensaje que dar: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios”.
Amós 4:12
. Nuestro
mensaje ha de ser tan directo como lo fue el de Juan. Reprendió a reyes por su iniquidad. A pesar de que su vida estaba en peligro,
no se detuvo en declarar la Palabra de Dios. Y nuestra obra en esta era ha de ser hecha con igual fidelidad.
Para poder dar un mensaje como el que dio Juan, debemos tener una experiencia espiritual como la suya. La misma obra debe
realizarse en nosotros. Debemos contemplar a Dios, y al contemplarlo, perderemos de vista el yo.—
Testimonies for the Church
8:346-348
.
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