Página 128 - Maranata

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Una vida doble, 27 de abril
Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
1 Juan 1:3
.
Nada es más necesario en nuestro trabajo que los resultados prácticos de la comunión con Dios. Debemos mostrar con nuestra
vida diaria que tenemos paz y descanso en el Salvador. Su paz en el corazón se reflejará en el rostro. Dará a la voz un poder
persuasivo. La comunión con Dios ennoblecerá el carácter y la vida. Los hombres verán que hemos estado con Jesús como lo notaron
en los primeros discípulos. Esto comunicará al obrero un poder que ninguna otra cosa puede dar. No debe permitir que cosa alguna
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lo prive de este poder.
Hemos de vivir una vida doble: Una vida de pensamiento y de acción, de silenciosa oración y fervoroso trabajo.—
El Ministerio
de Curación, 409, 410
.
Todos los que están en la escuela de Dios necesitan de una hora tranquila para la meditación, a solas consigo mismos, con la
naturaleza y con Dios... Cada uno de nosotros ha de oír la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos
en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios. Él nos dice: “Estad quietos, y conoced que yo
soy Dios”.
Salmos 46:10
. Esta es la preparación eficaz para toda labor para Dios. En medio de la presurosa muchedumbre y de las
intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se verá envuelto en un ambiente de luz y paz. Recibirá nuevo caudal de fuerza
física y mental. Su vida exhalará fragancia y dará prueba de un poder divino que alcanzará a los corazones de los hombres.—
El
Ministerio de Curación, 37
.
Muchos, aun en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado
apremiados. Con pasos presurosos penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento dentro de ese recinto
sagrado, mas no esperan consejo. No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al
trabajo.
Estos obreros jamás podrán lograr el mayor éxito hasta que aprendan cuál es el secreto de la fuerza. Tienen que dedicar tiempo
a pensar, orar, esperar que Dios renueve su poder físico, mental y espiritual. Necesitan la influencia elevadora de su Espíritu.
Al recibirla, serán vivificados con nueva vida. El cuerpo gastado y el cerebro cansado se refrescarán, y el corazón abrumado se
aliviará.—
La Educación, 254
.
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