Página 347 - Maranata

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Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, 22 de noviembre
Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.
Apocalipsis 22:14
.
¿Esperamos llegar al cielo al fin y unirnos al coro celestial? Como descendimos a la tumba así saldremos, en cuanto concierne al
carácter... Ahora es el momento de lavar y planchar...
Juan vio el trono de Dios rodeado por un grupo, y preguntó: “¿Quiénes son éstos?” La respuesta fue: “Son los que... han lavado
sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero”.
Apocalipsis 7:14
. Cristo los lleva a las fuentes de aguas vivas y allí
está el árbol de la vida y el precioso Salvador. Se nos presenta aquí una vida que se mide con la vida de Dios. Allí no hay dolor,
pena, enfermedad o muerte. Todo es paz, armonía y amor...
Ahora es el momento de recibir gracia, fortaleza y poder para combinarlos con nuestros esfuerzos humanos a fin de que podamos
formar caracteres para la vida eterna. Cuando hagamos esto, descubriremos que los ángeles de Dios nos servirán, y seremos herederos
de Dios y coherederos de Cristo. Y cuando suene la última trompeta, y los muertos sean llamados de su prisión y transformados en
un momento, en un abrir y cerrar de ojos, se colocarán las coronas de gloria inmortal sobre la cabeza de los merecedores. Las puertas
perlinas se abrirán para dejar entrar a las naciones que han guardado la verdad. El conflicto habrá terminado.
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”.
Mateo 25:34
. ¿Deseamos
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esta bendición? Yo sí, y creo que vosotros también. Dios os ayude para librar las batallas de esta vida, ganar diariamente la victoria y
al fin estar entre los que arrojarán sus coronas a los pies de Jesús, pulsarán las arpas de oro y llenarán el cielo con la música más
dulce.
En Lugares Celestiales, 371
. Deseo que améis a mi Jesús... No rechacéis a mi Salvador porque él pagó un precio infinito por
vosotros. Veo en Jesús encantos incomparables, y deseo que vosotros también los veáis.—
In Heavenly Places, 369
.
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