Página 358 - Maranata

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Visión panorámica de los sufrimientos de Cristo, 1 de diciembre
Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.
2 Corintios 5:10
.
Por encima del trono se destaca la cruz; y como en vista panorámica aparecen las escenas de la tentación, la caída de Adán
y las fases sucesivas del gran plan de redención. El humilde nacimiento del Salvador; su juventud pasada en la sencillez y en la
obediencia; su bautismo en el Jordán; el ayuno y la tentación en el desierto; su ministerio público, que reveló a los hombres las
bendiciones más preciosas del cielo; los días repletos de obras de amor y misericordia, y las noches pasadas en oración y vigilia en la
soledad de los montes; las conspiraciones de la envidia, del odio y de la malicia con que se recompensaron sus beneficios; la terrible
y misteriosa agonía en Getsemaní, bajo el peso anonadador de los pecados de todo el mundo; la traición que lo entregó en manos de
la turba asesina; los terribles acontecimientos de esa noche de horror: el preso resignado y olvidado de sus discípulos más amados,
arrastrado brutalmente por las calles de Jerusalén; el Hijo de Dios presentado con visos de triunfo ante Anás, obligado a comparecer
en el palacio del sumo sacerdote, en el pretorio de Pilato, ante el cobarde y cruel Herodes; ridiculizado, insultado, atormentado y
condenado a muerte. Todo eso está representado a lo vivo.
Luego, ante las multitudes agitadas, se reproducen las escenas finales: el paciente Varón de dolores recorriendo el sendero del
Calvario; el Príncipe del cielo colgado de la cruz; los sacerdotes altaneros y el populacho escarnecedor ridiculizando la agonía de la
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muerte; la oscuridad sobrenatural; el temblor de la tierra, las rocas destrozadas y los sepulcros abiertos que señalaron el momento en
que expiró el Redentor del mundo.
La escena terrible se presenta con toda exactitud. Satanás, sus ángeles y sus súbditos no pueden apartar los ojos del cuadro que
representa su propia obra. Cada actor recuerda el papel que desempeñó... Todos contemplan la enormidad de su culpa. En vano
procuran esconderse ante la divina majestad de su presencia que sobrepuja el resplandor del sol, mientras que los redimidos echan
sus coronas a los pies del Salvador, exclamando: “¡Él murió por mí!”—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 724, 725
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