Página 49 - Maranata

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Escudriña tu propio corazón, 10 de febrero
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que
Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?
2 Corintios 13:5
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Nada es más traicionero que la falacia del pecado. Es el dios de este mundo que nos engaña, ciega y conduce a la destrucción.
Satanás no expone todas sus tentaciones a la vez. Las disfraza con una máscara de bien... Las almas engañadas dan un paso y se
preparan para el siguiente... Oh, ¡cómo acecha Satanás para ver cuán fácilmente se toma su carnada, y para ver a las almas andar
precisamente en la senda que él ha preparado!...
Existe la necesidad de examinarse íntimamente y de preguntarse a la luz de la Palabra de Dios: ¿Soy íntegro o corrupto de
corazón? ¿Estoy renovado en Cristo o soy todavía carnal de corazón, cubierto solo exteriormente con un vestido nuevo? Acercaos
al tribunal de Dios y observad, como a la luz de Dios, si hay algún pecado secreto, alguna iniquidad, algún ídolo que no hayáis
sacrificado. Orad, sí, orad como nunca antes para que no seáis engañados por los ardides de Satanás; para que no os entreguéis a un
espíritu descuidado, indiferente, vano...
Uno de los pecados que constituyen una de las señales de los últimos días es que los cristianos profesos son amadores de los
placeres más que de Dios. Tratad sinceramente con vuestras propias almas. Investigad cuidadosamente. Cuán pocos, después de un
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examen fiel, pueden levantar la vista al cielo y decir: “... No soy un amador del placer más que de Dios”. Cuán pocos pueden decir:
“Estoy muerto para el mundo... Mi vida está escondida con Cristo en Dios, y cuando Aquel que es mi vida aparezca, yo también
apareceré con él en gloria”.
¡El amor y la gracia de Dios! ¡Oh preciosa gracia más valiosa que el oro fino! Eleva y ennoblece el espíritu por encima de todos
los demás principios. Coloca el corazón y los afectos en el cielo. Mientras los que nos rodean se ocupan en vanidades mundanas,
placeres y frivolidades, nuestra conversación está en el cielo, de donde esperamos al Salvador; el alma se dirige a Dios para obtener
perdón y paz, justicia y verdadera santidad. El trato con Dios y la contemplación de las cosas de arriba transforman el alma a la
semejanza de Cristo.—
Mensajes para los Jóvenes, 81, 82
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