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Capítulo 18—Principios de la obra de publicaciones
En una asamblea celebrada en Dorchester, Massachusetts, en
noviembre de 1848, se me mostró la proclamación del mensaje del
sellamiento y el deber en que estaban los hermanos de difundir la
luz que alumbraba nuestro sendero.
Después de la visión le dije a mi esposo: “Tengo un mensaje
para ti. Debes imprimir un pequeño periódico y repartirlo entre la
gente. Aunque al principo será pequeño, cuando la gente lo lea te
enviará recursos para imprimirlo y tendrá éxito desde el principio.
Se me ha mostrado que de este modesto comienzo brotarán raudales
de luz que han de circuir el globo”.
Mientras estábamos en Connecticut, en el verano de 1849, mi
esposo sintió el profundo convencimiento de que le había llegado
la hora de escribir y publicar la verdad presente. Recibió mucho
aliento y bendición al resolverse a ello. Pero cayó de nuevo en duda
y perplejidad al considerar que no tenía dinero. Quienes contaban
con recursos preferían guardárselos. Por fin, desalentado, renun-
ció a la empresa y decidió ir en busca de un campo de heno para
comprometerse a guadañarlo.
Al marchar mi esposo de casa, sentí que me sobrecogía un gran
peso, y quedé desvanecida. Oraron por mí y Dios me bendijo, arreba-
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tándome en visión. Vi que el Señor había bendecido y dado fuerzas
a mi esposo para trabajar en el campo un año antes; que había em-
pleado provechosamente los recursos obtenidos de su trabajo; que
recibiría el ciento por uno en esta vida, y, si era fiel, una copiosa
recompensa en el reino de Dios; pero que el Señor no quería ahora
darle fuerzas para trabajar en el campo, porque lo tenía destinado
a otra labor, y que si se aventuraba a ir a cortar heno, habría de
dejarlo porque caería enfermo, pues debía escribir, escribir y avanzar
por fe. Inmediatamente se puso a escribir, y cuando llegaba a un
pasaje difícil, nos uníamos en oración a Dios a fin de comprender el
verdadero significado de su Palabra.
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