Mi infancia
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pues por alguna razón ella abrigaba la firme esperanza de que no me
moriría.
Al recobrar el uso de mis facultades, me pareció que despertaba
de un sueño. No recordaba el accidente, y desconocía la causa de mi
mal. Se me había dispuesto en casa una gran cuna, donde yací por
muchas semanas. Quedé reducida casi a un esqueleto.
Por entonces empecé a rogar al Señor que él me preparase para
morir. Cuando nuestros amigos cristianos visitaban la familia, le
preguntaban a mi madre si había hablado conmigo acerca de mi
muerte. Yo entreoí estas conversaciones, que me conmovieron y
despertaron en mí el deseo de ser una verdadera cristiana; así que
me puse a orar fervorosamente por el perdón de mis pecados. El
resultado fue que sentí una profunda paz de ánimo y un amor sincero
hacia el prójimo, con vivos deseos de que todos tuviesen perdonados
sus pecados y amasen a Jesús tanto como yo.
Muy lentamente recuperé las fuerzas, y cuando ya pude volver
a jugar con mis amiguitas, hube de aprender la amarga lección de
que nuestro aspecto personal influye en el trato que recibimos de
nuestros compañeros.
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Mi educación
Mi salud parecía irremediablemente quebrantada. Durante dos
años no pude respirar por la nariz, y raras veces pude asistir a la
escuela. Me era imposible estudiar y no podía acordarme de las
lecciones. La misma muchacha que había sido causa de mi desgracia
fue designada por la maestra como instructora de la sección en que
yo estaba, y entre sus obligaciones tenía la de enseñarme a escribir
y darme clases de otras asignaturas. Siempre parecía sinceramente
contristada por el grave daño que me había hecho, aunque yo tenía
mucho cuidado de no recordárselo. Se mostraba muy cariñosa y
paciente conmigo, y daba indicios de estar triste y pensativa al ver
las dificultades con que yo tropezaba para adquirir una educación.
Tenía yo un abatimiento del sistema nervioso, y me temblaban
tanto las manos que poco adelantaba en la escritura y no alcanzaba
más que a hacer sencillas copias con caracteres desgarbados. Cuando
me esforzaba en aprender las lecciones, parecía como si bailotearan
las letras del texto, mi frente quedaba bañada con gruesas gotas