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Capítulo 12—El sábado del señor
Durante mi visita a Nueva Bedfor, Massachusetts, en 1846, cono-
cí al pastor José Bates, que había abrazado la fe adventista desde el
principio de su propagación, y que era un activo obrero en la causa,
un verdadero caballero cristiano, cortés y amable.
La primera vez que me oyó hablar, manifestó profundo interés,
y al concluir yo mi discurso, se levantó diciendo: “Yo dudo como
Tomás. No creo en las visiones. Pero si yo pudiese creer que el testi-
monio relatado esta noche por la Hna. Harmon es verdaderamente
la voz de Dios para nosotros, sería el más feliz de los hombres. Mi
corazón está hondamente conmovido. Creo en la sinceridad de la
persona que acaba de hablar; pero no acierto a explicarme cómo se
le han mostrado las maravillas que nos ha referido”.
El pastor Bates guardaba el sábado, séptimo día de la semana,
y nos lo presentó insistentemente como verdadero día de descanso.
Por mi parte, no le daba a esto gran importancia, y me parecía que
el pastor Bates se equivocaba al dedicar más consideración al cuarto
mandamiento que a los otros nueve.
Pero el Señor me dio una visión del santuario celestial. El templo
de Dios estaba abierto en el cielo, y se me mostró el arca de Dios
cubierta con el propiciatorio. Había dos ángeles, uno a cada lado
del arca, con las alas extendidas sobre el propiciatorio y el rostro
vuelto hacia él. Esto, según me dijo el ángel que me acompañaba,
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era una representación de cómo todas las cohortes del cielo miran
con reverente temor la ley divina que fue escrita por el dedo de Dios.
Jesús levantó la cubierta del arca y vi las tablas de piedra en que
estaban escritos los diez mandamientos. Me asombré al ver el cuarto
mandamiento en el mismo centro de los diez preceptos, con una
aureola luminosa que lo circundaba. El ángel dijo: “Este es, entre
los Diez Mandamientos, el único que define al Dios vivo, que creó
los cielos y la tierra y todas las cosas que en ellos hay”.
Cuando Dios asentó los cimientos de la tierra, también asentó
el cimiento del sábado. Se me mostró que si se hubiese guardado
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