Página 185 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La abundancia del amor, 18 de junio
Carísimos, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios.
Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
1 Juan 4:7
.
Cuando el principio celestial del amor eterno llene el corazón, sobreabun-
dará y se extenderá a otros, no meramente porque se reciben favores de ellos,
sino porque el amor es el principio de la acción, y modifica el carácter, go-
bierna los impulsos, controla las pasiones, subyuga la enemistad y eleva los
afectos. Este amor no se restringe para incluir solamente “a mí y lo mío”, sino
que es amplio como el mundo y elevado como el cielo. Está en armonía con el
amor de los ángeles obreros. Este amor, estimulado en el alma, endulza toda la
vida, y derrama una influencia refinadora a todo su alrededor. Si lo poseemos,
no podemos menos que ser felices, sonría la fortuna o nos vuelva la espalda.
Y si amamos a Dios de todo corazón, también debemos amar a sus hijos. Este
amor es el Espíritu de Dios. Es el adorno celestial que da verdadera nobleza y
dignidad al alma.—
The Youth’s Instructor, 23 de diciembre de 1897, pp. 402
.
Un alma llena del amor de Jesús le presta ánimo, esperanza y serenidad
a las palabras, a las maneras y a las miradas. ... Aviva un deseo por una vida
mejor; las almas listas para desanimarse son fortalecidas; aquellos que luchan
contra la tentación serán fortificados y consolados. Las palabras, la expresión y
las maneras arrojan un brillante rayo de sol, y dejan tras ellas una senda de luz
hacia el cielo. ... Cada uno de nosotros tiene oportunidades para ayudar a otros.
Constantemente estamos haciendo impresiones sobre los que nos rodean. La
expresión del rostro es en sí misma un espejo de la vida interior. Jesús quiere
que lleguemos a ser como él, llenos de tierna simpatía, que ejerzamos un
ministerio de amor en los pequeños deberes de la vida. ...
Nuestro deber consiste en vivir en la atmósfera del amor de Cristo, en
respirar su amor profundamente y en reflejar su calor a nuestro alrededor.
¡Oh, qué esfera de influencia se abre ante nosotros! Cuán cuidadosamente
debiéramos cultivar el jardín del alma, para que pueda producir únicamente
flores puras, dulces y fragantes. Palabras de amor, de ternura y de caridad
santifican nuestra influencia sobre los demás.—
Manuscrito 24, 1887, pp. 14,
15
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