Página 193 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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La gracia de la simpatía, 26 de junio
Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las flaquezas de
los flacos, y no agradarnos a nosotros mismos.
Romanos 15:1
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Lo que todos necesitamos es una simpatía más pura y semejante a la de
Cristo; no una simpatía por aquellos que son perfectos—ellos no la necesitan—
sino una simpatía por las almas pobres, sufrientes y luchadoras, que a menudo
son tomadas en error, que pecan y se arrepienten, que son tentadas y se
desaniman. El efecto de la gracia es suavizar y subyugar el alma. Entonces
desaparecerá toda hosquedad y será subyugada, y entonces aparecerá Cristo.
El amor de Dios únicamente puede abrir y expandir el corazón, y darle al amor
y a la simpatía una amplitud y una altura sin medida. Aquellos que aman a
Jesús, amarán a los hijos de Dios. El sentimiento de las flaquezas personales y
las imperfecciones conducirá al instrumento humano a apartar su vista de sí
mismo y a dirigirla hacia Cristo; y el amor del Salvador romperá la barrera fría
y farisaica, quitará toda dureza y egoísmo, y habrá una unión de un alma con
otra alma, aun en el caso de aquellos que tienen un temperamento opuesto.
La bondad y la paciencia de Dios, su amor sacrificado por los hombres
pecadores, deben conducir a todos aquellos que disciernen su gracia a mani-
festar lo mismo, a dar liberalmente simpatía para otros. El admirable ejemplo
de la vida de Cristo, la inigualable ternura con la cual él se aproximó a los
sentimientos del alma oprimida, llorando con el que lloraba, gozándose con
el que se gozaba en su amor, deben tener una profunda influencia sobre el
carácter de todos los que aman a Dios y guardan sus mandamientos.
Deben dar simpatía, no de mala gana sino liberalmente; mediante palabras
y actos bondadosos, deben procurar que el camino resulte tan fácil para los
pies cansados como desean que sea el camino para sus propios pies. Cuando
recibimos diariamente y cada hora la bendición de Dios, no podemos hacer
menos para manifestar nuestra gratitud que tener un interés bondadoso y
generoso en aquellos por quienes Cristo murió. ¿Tenemos bendiciones? Sí,
las tenemos. Bueno, Cristo dice, compartidlas con otros, no con unos pocos
favorecidos, sino con todos aquellos con quienes nos relacionamos. Debemos
dar gracia por gracia.—
Carta 78, 1894, pp. 12, 13
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