Página 259 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Estudiando el carácter de Cristo, 28 de agosto
Entonces no sería yo avergonzado, cuando atendiese a todos tus
mandamientos.
Salmos 119:6
.
En este mundo podemos llegar a estar desesperadamente perplejos, como
el diablo quiere que lo estemos, si persistimos en contemplar aquellas cosas
que son perturbadoras, porque al espaciarnos en ellas, y al hablar de ellas, nos
desanimamos. Al criticar a otros porque no manifiestan amor, ¿mantenemos
la preciosa planta del amor en nuestros propios corazones? ¿Hemos aprecia-
do individualmente y sentido el calor del amor que Cristo manifestó en su
vida? Entonces es nuestro deber manifestar este amor al mundo. Temamos
espaciarnos, y contemplar y hablar de las grandes faltas que otros cometen. ...
Podéis crear un mundo irreal en vuestra mente e imaginar una iglesia ideal,
donde las tentaciones de Satanás ya no induzcan al mal, pero la perfección
existe únicamente en vuestra imaginación. El mundo es un mundo caído, y la
iglesia es un lugar representado por un campo en el cual crecen la cizaña y el
trigo. Deben crecer juntos hasta la cosecha. No es nuestro deber desarraigar la
cizaña, según la sabiduría humana, no sea que por las sugerencias de Satanás
el trigo también sea desarraigado. ...
Nadie necesita perder los dorados momentos de su tiempo en la corta his-
toria de su vida tratando de pesar las imperfecciones de los cristianos profesos.
Ninguno de nosotros tiene tiempo para esto. Si vemos claramente cuál es el
carácter que los cristianos deberían desarrollar, y todavía vemos en otros co-
sas que son inconsecuentes con este carácter, determinemos que resistiremos
firmemente al enemigo en esta tentación de hacernos obrar de una manera
inconsecuente, y digamos: “No haré que Cristo se avergüence de mí. Estudiaré
sinceramente el carácter de Cristo en quien no hubo imperfección, ni egoísmo,
ni mancha, ni arruga de mal, quien no vivió para agradarse y glorificarse a sí
mismo, sino para glorificar a Dios y salvar a la humanidad caída. No copiaré
los defectos de carácter de aquellos cristianos inconsecuentes. ... Me volveré
hacia el precioso Salvador, para ser semejante a él”.—
Carta 63, 1893, pp. 6-8
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