Página 353 - Nuestra Elevada Vocacion (1962)

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Examinaos, 26 de noviembre
Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe; probaos a vosotros mismos.
¿No os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros? si
ya no sois reprobados.
2 Corintios 13:5
.
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en fe”. Muchos ... responden de
inmediato: “Por supuesto; yo estoy en fe, creo todo punto de la verdad”. Pero,
¿practicáis lo que creéis? ¿Estáis en paz con Dios y con vuestros hermanos?
¿Podéis orar con sinceridad: “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores”? ... ¿No hay amargura en vuestros corazo-
nes, no hay envidia, celos, no hay malas suposiciones, ... no hay deseos de
obtener favores y honores especiales, ni deseos de obtener la supremacía? ...
Hacemos bien en examinarnos a nosotros mismos para ver qué clase de
espíritu estamos fomentando. Aprendamos a hablar amable y serenamente, aun
en las circunstancias más difíciles. Controlemos no sólo nuestras palabras, sino
nuestros pensamientos y nuestra imaginación. Seamos amables y corteses.—
The Review and Herald, 29 de abril de 1884
.
Muchos son sensibles a su gran deficiencia, y leen, oran y resuelven, y
sin embargo no realizan ningún progreso. Parecen ser incapaces de resistir la
tentación. La razón es que no profundizan suficientemente. No buscan una
cabal conversión del alma, para que las corrientes que salen de ella sean puras,
y el comportamiento pueda testificar que Cristo reina adentro.
Todos los defectos de carácter se originan en el corazón. El orgullo, la
vanidad, el mal genio y la codicia proceden del corazón carnal que no ha
sido renovado por la gracia de Cristo. Si el corazón es refinado, enternecido
y ennoblecido, las palabras y la acción darán testimonio de ello. Cuando el
alma se ha entregado enteramente a Dios, habrá una firme confianza en sus
promesas, y habrá oración ferviente y esfuerzo decidido por controlar las
palabras y las acciones.—
The Review and Herald, 1 de septiembre de 1885
.
Profesamos una fe grande y santa; y nuestros caracteres deben estar de
acuerdo con esa fe, y con la gran norma moral de Dios. ...
Examinemos nuestros corazones a la luz de los grandes principios de la
ley de Dios como Cristo los definió: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento,
y a tu prójimo como a ti mismo” (
Lucas 10:27
).—
The Review and Herald, 29
de abril de 1884
.
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