Página 207 - Obreros Evang

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El sostén del evangelio
El Señor ha hecho depender la proclamación del Evangelio de las
labores y donativos voluntarios de todo su pueblo. El que proclama
el mensaje de misericordia a los hombres caídos tiene también otra
obra que hacer, a saber, la de presentar a la gente el deber de sostener
la obra de Dios con sus recursos. Debe enseñarle que una porción de
sus recursos pertenece a Dios, y ha de ser dedicada de una manera
sagrada a su obra. Y debe presentar esta lección tanto por su ejemplo
como por sus preceptos; debe cuidar de que, por su propia conducta,
no reduzca la fuerza de su enseñanza.
Aquello que ha sido puesto aparte según las Escrituras como
perteneciente al Señor, constituye la renta del Evangelio, y ya no
es nuestro. No comete menos que un sacrilegio el hombre que
saca de la tesorería de Dios para servirse a sí mismo o a otros en
sus negocios seculares. Algunos han sido culpables de sacar del
altar de Dios lo que le había sido dedicado especialmente. Todos
deben considerar este asunto en la debida luz. Cuando se halle en
estrecheces, no tome nadie dinero consagrado a propósitos religiosos
para emplearlo para su propio beneficio, acallando su conciencia con
decir que lo devolverá en algún tiempo futuro. Mucho mejor será
reducir los gastos para que correspondan a los ingresos, restringir
las necesidades y vivir dentro de los recursos de uno, que emplear el
dinero del Señor para fines seculares.
Dios ha dado indicaciones especiales acerca del uso del diezmo.
El no se propone que su obra quede estorbada por falta de recursos.
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A fin de que no se haga la obra al azar ni se cometan errores, él ha
presentado muy claramente nuestro deber acerca de estos puntos.
La porción que Dios se ha reservado no ha de ser dedicada a ningún
otro propósito que el especificado por él. No se sienta nadie libre
para retener su diezmo, a fin de emplearlo según su criterio. No se ha
de emplear para uso propio en caso de emergencia, ni debe dársele
la aplicación que parezca conveniente, ni siquiera en lo que pueda
considerarse como obra del Señor.
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