Página 273 - Obreros Evang

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El peligro de rechazar la luz
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en los tiempos antiguos, se aferrarán a la tradición, y adorarán lo
que no conocen.
Me ha sido mostrado que muchos de los que profesan tener
un conocimiento de la verdad presente, no saben lo que creen. No
comprenden las pruebas de su fe. No tienen justo aprecio de la
obra para este tiempo. Cuando llegue el tiempo de prueba, habrá
hombres que están ahora predicando a otros, que encontrarán, al
examinar sus doctrinas, muchas cosas por las cuales no podrán dar
razón satisfactoria. Hasta ser probados así, no conocerán su gran
ignorancia.
Y son muchos los que en la iglesia dan por sentado que entienden
lo que creen, pero antes de presentarse la controversia, no conocen
su propia debilidad. Cuando estén separados de sus correligionarios
y se vean obligados a permanecer solos para explicar su creencia, se
sorprenderán al ver cuán confusas son sus ideas de lo que aceptaron
como verdad. Lo cierto es que ha habido entre nosotros un aparta-
miento del Dios viviente, un retorno a los hombres, para poner la
sabiduría humana en lugar de la divina.
Dios despertará a su hijos; si fracasan los otros medios, surgirán
herejías entre ellos, que los zarandearán y separarán el tamo del
trigo. El Señor invita a todos los que creen en su Palabra a que
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despierten de su sueño. Ha llegado una luz preciosa, apropiada para
este tiempo. Es la verdad bíblica, que demuestra los peligros que
se avecinan. Esta luz debe inducirnos a estudiar diligentemente las
Escrituras, y a hacer un examen muy crítico de nuestras opiniones.
Dios quiere que escudriñemos cabalmente y con perseverancia,
con oración y ayuno, todas las bases y argumentos de la verdad.
Los creyentes no se han de basar en suposiciones e ideas mal de-
finidas acerca de lo que constituye la verdad. Su fe debe asentarse
firmemente en la Palabra de Dios, de modo que cuando llegue el
tiempo de prueba, y ellos sean llevados ante concilios para responder
de su fe, puedan dar razón de la esperanza que en ellos hay, con
mansedumbre y temor.
¡Agitad, agitad, agitad! Los temas que presentamos al mundo
deben ser para nosotros una realidad viviente. Es importante que
al defender las doctrinas que consideramos como artículos de fe
fundamentales, nunca nos permitamos emplear argumentos que no
sean completamente plausibles. Los que no lo sean pueden servir