Página 35 - Obreros Evang

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La responsabilidad del ministro
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que logró. Pero Dios hablaba por su medio. Los hombres sentían la
influencia de un poder superior, e involuntariamente cedían a él. Hoy
día aquellos que se olviden de sí mismos y fíen en Dios para obtener
éxito en la obra de salvar almas, tendrán la cooperación divina, y sus
esfuerzos influirán gloriosamente en la salvación de las almas.
Me veo obligada a decir que el trabajo de muchos de nuestros
ministros carece de poder. Dios está aguardando para concederles su
gracia, pero ellos prosiguen día tras día, poseyendo tan sólo una fe
fría y nominal, presentando la teoría de la verdad, pero sin aquella
fuerza vital que proviene de una conexión con el cielo, y que hace
penetrar las palabras habladas en los corazones humanos. Están
medio despiertos, mientras que en derredor suyo hay almas que
perecen en las tinieblas y el error.
¡Ministros de Dios, con corazones ardientes de amor por Cristo
y vuestros semejantes, tratad de despertar a los que están muertos en
sus delitos y pecados! Penetren en sus conciencias vuestras súplicas
y amonestaciones. Enternezcan sus corazones vuestras oraciones
fervientes, y los conduzcan arrepentidos al Salvador. Sois embajado-
res de Cristo, para proclamar su mensaje de salvación. Recordad que
una falta de consagración y sabiduría en vosotros puede decidir la
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suerte de un alma, y condenarla a la muerte eterna. No podéis correr
el riesgo de ser descuidados e indiferentes. Necesitáis poder, y este
poder Dios está dispuesto a dároslo sin reservas. El pide tan sólo un
corazón humilde y contrito, que esté dispuesto a creer y recibir sus
promesas. Habéis tan sólo de emplear los recursos que Dios puso a
vuestro alcance y obtendréis la bendición.
* * * * *
El obrero de Dios debe estar preparado para sacar a luz las
más elevadas energías mentales y morales con que la naturaleza, la
cultura y la gracia de Dios le hayan dotado; pero su éxito será pro-
porcionado al grado de consagración y abnegación con que haga la
obra, más bien que a las dotes naturales o adquiridas. Son necesarios
los esfuerzos más fervientes y continuos para adquirir calificaciones
de utilidad; pero a menos que Dios obre en conexión con el esfuer-
zo humano, nada puede lograrse. Cristo dice: “Sin mí nada podéis