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Obreros Evangélicos
verdadera une los corazones, no sólo con Cristo, sino unos con otros,
en una unión muy tierna. Cuando sepamos lo que significa estar así
unidos con Cristo y con nuestros hermanos, una fragante influencia
acompañará nuestra obra dondequiera que vayamos.
Los que trabajan en las ciudades grandes deben desempeñar
sus diversos cargos, esforzándose cuanto puedan por producir los
mejores resultados. Deben hablar con fe y obrar de manera que
impresionen a la gente. No deben limitar la obra a sus propias ideas
particulares. En lo pasado nuestro pueblo lo ha hecho con demasiada
frecuencia, y esto ha sido un impedimento para el éxito de la obra....
Ningún ser humano ha de tratar de ligar a sí otros seres huma-
nos, como si hubiese de dominarlos, diciéndoles que hagan esto,
y prohibiéndoles que hagan aquello, ordenando, dictando, obrando
como un oficial lo hace con una compañía de soldados. Así obraban
los sacerdotes y príncipes en los días de Cristo, pero ésta no es la
manera correcta. Después que la verdad haya hecho impresión en
los corazones, y hombres y mujeres hayan aceptado sus enseñanzas,
deben ser tratados como propiedad de Cristo, no como propiedad
del hombre. Al sujetar las mentes a vosotros mismos, las inducís a
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apartarse de la Fuente de sabiduría y suficiencia. Deben depender
enteramente de Dios; únicamente así pueden crecer en la gracia.
Por mucho alarde que haga un hombre de tener conocimiento y
sabiduría, a menos que se halle bajo la enseñanza del Espíritu San-
to, será excesivamente ignorante de las cosas espirituales. Necesita
sentir su peligro y su ineficiencia, y depender completamente de
Aquel que es el único que puede conservar las almas a él confia-
das, que puede impartirles su Espíritu, y llenarlas de amor mutuo
desinteresado, habilitándolas así para dar testimonio de que Dios
envió su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. Los que estén
verdaderamente convertidos se juntarán en unidad cristiana. No debe
haber división en la iglesia de Dios, ni debe ejercerse imprudente
autoridad sobre los que aceptan la verad. La mansedumbre de Cristo
ha de manifestarse en todo lo que se diga y haga.
Cristo es el fundamento de toda iglesia verdadera.
Tenemos su promesa inmutable de que su presencia y protección
serán dadas a sus fieles que anden en su consejo. Hasta el fin del
tiempo Cristo ha de ser el primero. El es la fuente de vida y fuerza,