Página 32 - El otro Poder (1996)

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El otro Poder
del trigo. El Señor invita a todos los que creen en su Palabra a que
despierten de su sueño. Ha llegado una luz preciosa, apropiada para
este tiempo. Es la verdad bíblica, que demuestra los peligros que
se avecinan. Esta luz debe inducirnos a estudiar diligentemente las
Escrituras, y a hacer un examen muy crítico de nuestras opiniones.
Dios quiere que escudriñemos cabalmente, con perseverancia,
oración y ayuno, todas los sentidos y argumentos de la verdad. Los
creyentes no se han de basar en suposiciones e ideas mal definidas
acerca de lo que constituye la verdad. Su fe debe asentarse firme-
mente en la Palabra de Dios, de modo que cuando llegue el tiempo
de prueba y sean llevados ante concilios para responder por su fe,
puedan dar razón de la esperanza que hay en ellos con mansedumbre
y temor.
¡Agitad, agitad, agitad! Los temas que presentamos al mundo
deben ser para nosotros una realidad viviente. Es importante que
al defender las doctrinas que consideramos como artículos de fe
fundamentales, nunca nos permitamos emplear argumentos que no
sean completamente plausibles. Los que no lo sean pueden servir
para reducir al silencio a un oponente, pero no hacen honor a la
verdad. Debemos presentar argumentos cabales que no sólo acallen
a nuestros oponentes, sino que también puedan soportar el examen
más detenido y escrutador...
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Investigación continua por mayor luz
—Cualquiera sea el al-
cance intelectual del hombre, no crea ni por un instante que no
necesita escudriñar cabalmente de continuo las Escrituras para ob-
tener mayor luz. Como pueblo somos llamados individualmente a
ser estudiantes de la profecía. Debemos velar con fervor para dis-
cernir cualquier rayo de luz que Dios nos presente. Debemos notar
los primeros resplandores de la verdad y, estudiando con oración,
podremos obtener una luz más clara, que podrá presentarse a otros.
Podemos estar seguros de que Dios no favorece a sus hijos
cuando ellos se hallan gozando de comodidades y están satisfechos
con el conocimiento de la luz que poseen. Es voluntad suya que
sigan avanzando para recibir la abundante y siempre creciente luz
que resplandece para ellos.
La actitud actual de la iglesia no agrada a Dios. Se ha apoderado
de ella una confianza propia que ha inducido a sus miembros a
no sentir necesidad alguna de más verdad y mayor luz. Estamos