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La Oración
Esperamos que nuestros hermanos no manifestarán menos re-
verencia y respeto cuando se aproximan al único Dios verdadero y
viviente, que la que manifiestan los paganos por sus deidades idolá-
tricas, porque en caso contrario esa gente nos juzgará en el día de la
decisión final. Quiero dirigirme a todos los que ocupan el puesto de
profesores en nuestras escuelas. Hombres y mujeres, no deshonréis
a Dios con vuestra irreverencia y ostentación. No estéis en pie con
una actitud farisaica al ofrecer vuestras oraciones a Dios. Descon-
fiad de vuestra propia fuerza. No confiéis en ella, sino postraos con
frecuencia de rodillas delante de Dios para adorarle.
Y cuando os reunís para adorar a Dios, cuidad de arrodillaros
delante de él. Demostrad por medio de este acto que vuestra al-
ma, vuestro cuerpo y vuestro espíritu están por entero sometidos
al Espíritu de verdad. ¿Quiénes han escudriñado detenidamente
la Palabra para buscar ejemplos y dirección en este asunto? ¿En
quiénes podemos confiar como maestros en nuestros colegios en
los Estados Unidos y en los países extranjeros? Después de años
de estudios, ¿han de regresar los estudiantes a sus propios países
con ideas falseadas acerca del respeto, la honra y la reverencia que
deberían tributarse a Dios, y no sentir la obligación de honrar a
los hombres de cabellos grises, a los hombres de experiencia, a los
siervos escogidos por Dios que se han relacionado con la obra de
Dios durante casi todos los años de su vida? Aconsejo a todos los
que asisten a los colegios en los Estados Unidos o en cualquier otro
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lugar, que no se contagien del espíritu de irreverencia. Aseguraos de
comprender por vosotros mismos qué clase de educación necesitáis,
a fin de poder educar a otros para que obtengan una preparación del
carácter que soporte la prueba que muy pronto sobrevendrá a todos
los que viven en la tierra. Andad en compañía de los cristianos más
sólidos. No elijáis como compañeros a los instructores o alumnos
presuntuosos, sino a los que manifiestan una mayor piedad y a los
que revelan tener comprensión de las cosas de Dios.
Vivimos en tiempos peligrosos. Los adventistas profesan ser el
pueblo de Dios que guarda los mandamientos, pero están perdiendo
su espíritu de devoción. El espíritu de reverencia a Dios enseña a
los hombres cómo deben aproximarse a su Hacedor: con santidad y
respeto mediante la fe, no en sí mismos, sino en un Mediador. Así
es como el hombre se mantiene seguro bajo cualquier circunstancia