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La Oración
lugar, y yo no lo sabía.... No es otra cosa que casa de Dios, y puerta
del cielo”.—
Obreros Evangélicos, 187, 188
.
La humildad manifestada por Salomón cuando comenzó a llevar
los cargos del Estado, al reconocer delante de Dios: “Yo soy un niño
pequeño” (
1 Reyes 3:7, VM
); su notable amor a Dios, su profunda
reverencia por las cosas divinas, su desconfianza de sí mismo y su
ensalzamiento del Creador infinito, todos estos rasgos de carácter,
tan dignos de emulación, se revelaron durante los servicios relacio-
nados con la terminación del templo, cuando al elevar su oración
dedicatoria lo hizo de rodillas, en la humilde posición de quien
ofrece una petición. Los discípulos de Cristo deben precaverse hoy
contra la tendencia a perder el espíritu de reverencia y temor pia-
doso. Las Escrituras enseñan a los hombres cómo deben acercarse
a su Hacedor, a saber con humildad y reverencia, por la fe en un
Mediador divino.—
Profetas y Reyes, 33
.
[212]
“En medio del atrio” del templo se había erigido “un púlpito
de metal,” o plataforma de “cinco codos de largo, y cinco codos
de ancho, y de altura tres codos”. Sobre esta plataforma se hallaba
Salomón, quién, con las manos alzadas, bendecía a la vasta multitud
delante de él. “Y toda la congregación de Israel estaba en pie”.
2
Crónicas 6:13, 3
.
Exclamó Salomón: “Bendito sea Jehová Dios de Israel, el cual
con su mano ha cumplido lo que habló por su boca a David mi padre,
diciendo... A Jerusalén he elegido para que en ella esté mi nombre”.
2 Crónicas 6:4, 6
.
Luego Salomón se arrodilló sobre la plataforma, y a oídos de
todo el pueblo, elevó la oración dedicatoria. Alzando las manos
hacia el cielo, mientras la congregación se postraba a tierra sobre sus
rostros, el rey rogó: “Jehová Dios de Israel, no hay Dios semejante a
ti en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a
tus siervos que caminan delante de ti de todo su corazón”.—
Profetas
y Reyes, 28, 29
.
El rey Salomón se puso de pie sobre una plataforma de bronce
ubicada delante del altar y bendijo al pueblo. Enseguida se arrodilló
y con las manos extendidas hacia el cielo elevó una ferviente y
solemne oración a Dios mientras la congregación se postraba con el
rostro hacia tierra. Cuando terminó su plegaria, un fuego milagroso