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Capítulo 7—La oración y la obediencia
Oren y trabajen
—No debemos sentarnos para esperar tranqui-
lamente la opresión y la tribulación, y cruzarnos de brazos sin hacer
nada para impedir el mal. Que nuestros ruegos unidos asciendan
al cielo. Orad y trabajad; trabajad y orad. Pero que ninguno obre
impremeditadamente. Aprended como nunca antes que debéis ser
humildes y mansos de corazón.—
Mensajes Selectos 2:425
.
Debemos orar, trabajar y creer. El Señor es nuestra eficiencia.—
El Evangelismo, 321
.
Hermanos, tendréis que luchar con dificultades, llevar cargas,
dar consejos, planear y ejecutar, mirando constantemente a Dios
para recibir ayuda. Orad y trabajad, trabajad y orad; como alumnos
en la escuela de Cristo, aprended de Jesús.—
Testimonios para los
Ministros, 507
.
La oración es el plan del Cielo para vencer el pecado
—La
oración es el medio ordenado por el cielo para tener éxito en el con-
flicto con el pecado y desarrollar el carácter cristiano. Las influencias
divinas que vienen en respuesta a la oración de fe efectuarán en el
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alma del suplicante todo lo que pide. Podemos pedir perdón del
pecado, el Espíritu Santo, un temperamento semejante al de Cristo,
sabiduría y poder para realizar su obra, o cualquier otro don que él
ha prometido; y la promesa es: “Se os dará”.—
Los Hechos de los
Apóstoles, 450, 451
.
Las tentaciones de cada día hacen de la oración una necesi-
dad
—La fortaleza adquirida al orar a Dios, unida al esfuerzo indi-
vidual y a la preparación de la mente para que sea considerada y
cuidadosa, prepara a la persona para los deberes diarios y conser-
va el espíritu en paz bajo toda circunstancia, por penosa que sea.
Las tentaciones a que estamos expuestos diariamente hacen de la
oración una necesidad. A fin de que podamos ser guardados por el
poder de Dios, por medio de la fe, los deseos de la mente debieran
ascender en forma constante en oración silenciosa suplicando ayuda,
luz, fortaleza y conocimiento. Pero la meditación y la oración no
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