Página 302 - Primeros Escritos (1962)

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La segunda muerte
Satanás se precipitó en medio de sus secuaces e intentó incitar a
la multitud a la acción. Pero llovió sobre ellos fuego de Dios desde el
cielo, y consumió conjuntamente al magnate, al noble, al poderoso,
al pobre y al miserable. Vi que unos quedaban pronto aniquilados
mientras que otros sufrían por más tiempo. A cada cual se le castiga-
ba según las obras que había hecho con su cuerpo. Algunos tardaban
muchos días en consumirse, y aunque una parte de su cuerpo estaba
ya consumida, el resto conservaba plena sensibilidad para el sufri-
miento. Dijo el ángel: “El gusano de la vida no morirá ni su fuego
se apagará mientras haya una partícula que consumir.”
Satanás y sus ángeles sufrieron largo tiempo. Sobre Satanás
pesaba no sólo el castigo de sus propios pecados sino también el de
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todos los de la hueste redimida, que habían sido puestos sobre él.
Además, debía sufrir por la ruina de las almas a quienes engañara.
Después vi que Satanás y toda la hueste de los impíos estaban
consumidos y satisfecha la justicia de Dios. La cohorte angélica y
los santos redimidos exclamaron en alta voz: “¡Amén!”
Dijo el ángel: “Satanás es la raíz, y sus hijos son las ramas. Ya
están consumidos raíz y ramas. Han muerto de una muerte eterna.
Nunca resucitarán y Dios tendrá un universo limpio.” Entonces miré
y vi que el mismo fuego que había consumido a los malos quemaba
los escombros y purificaba la tierra. Volví a mirar, y vi la tierra
purificada. No quedaba la más leve señal de maldición. La quebrada
y desigual superficie de la tierra era ya una dilatada planicie. Todo
el universo de Dios estaba limpio y había terminado para siempre la
gran controversia. Por doquiera posáramos la vista, todo era santo y
hermoso. Toda la hueste de redimidos, viejos y jóvenes, grandes y
pequeños, arrojaron sus brillantes coronas a los pies del Redentor
y, postrándose reverentemente ante él, adoraron al que vive por
siempre. La hermosa tierra nueva, con toda su gloria, iba a ser la
heredad eterna de los santos. El reino, el señorío y la grandeza del
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