Página 258 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Capítulo 26—Del Mar Rojo al Sinaí
Este capítulo está basado en Éxodo 15:22; 16 y 18.
Desde el mar rojo, las huestes de Israel reanudaron la marcha
guiadas otra vez por la columna de nube. El panorama que los
rodeaba era de lo más lúgubre: estériles y desoladas montañas, áridas
llanuras, y el mar que se extendía a lo lejos, con sus riberas cubiertas
de los cuerpos de sus enemigos. No obstante, estaban llenos de
regocijo porque ya eran libres, y todo pensamiento de descontento
se había acallado.
Pero durante tres días de marcha no pudieron encontrar agua.
La provisión que habían traído estaba agotada. No había nada que
apagara la sed abrasadora mientras avanzaban lenta y penosamente
a través de las llanuras calcinadas por el sol. Moisés, quien conocía
esa región, sabía lo que los demás ignoraban, que en Mara, el lugar
más cercano donde hallarían fuentes, el agua no era apta para beber.
Con gran ansiedad observaba la nube guiadora. Con el corazón
desfalleciente oyó el regocijado grito: “¡Agua, agua!” que resonaba
por todas las filas. Los hombres, las mujeres y los niños con alegre
prisa se agolparon alrededor de la fuente, cuando un grito de angustia
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salió de la hueste. El agua era amarga.
En su horror y desesperación reprocharon a Moisés por haberlos
dirigido por ese camino, sin recordar que la divina presencia, me-
diante aquella misteriosa nube, era quien los había estado guiando
tanto a él como a ellos mismos. En su tristeza por la desesperación
del pueblo, Moisés hizo lo que ellos se habían olvidado de hacer;
imploró fervorosamente la ayuda de Dios. “Entonces Moisés clamó
a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; lo echó en las aguas, y las
aguas se endulzaron”.
Éxodo 15:25
. Allí se le prometió a Israel por
medio de Moisés: “Si escuchas atentamente la voz de Jehová, tu
Dios, y haces lo recto delante de sus ojos, das oído a sus manda-
mientos y guardas todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las
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