Página 376 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
sus vestidos no se envejecieron, ni se hincharon sus pies”.
Nehemías
9:19-21
.
Las peregrinaciones por el desierto fueron ordenadas no sola-
mente como castigo para los rebeldes y murmuradores, sino que
debían de servir también como disciplina para la nueva generación
que se iba desarrollando, a fin de prepararla para su entrada en la
tierra prometida. Moisés le dijo: “como castiga el hombre a su hijo,
así Jehová, tu Dios, te castiga”, “para afligirte, para probarte, para
saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus man-
damientos. Te afligió, te hizo pasar hambre y te sustentó con maná,
comida que ni tú ni tus padres habían conocido, para hacerte saber
que no solo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la
boca de Jehová vivirá el hombre”.
Deuteronomio 8:5, 2, 3
.
“Lo halló en tierra de desierto, en yermo de horrible soledad; lo
rodeó, lo instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo”. “En toda
angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en
su amor y en su clemencia los redimió, los trajo y los levantó todos
los días de la antigüedad”.
Deuteronomio 32:10
;
Isaías 63:9
.
No obstante, los únicos anales que tenemos de su vida en el
desierto presentan ejemplos de rebelión contra Dios. La rebelión
de Coré resultó en la destrucción de catorce mil israelitas. Y hubo
casos aislados reveladores del mismo espíritu de menosprecio hacia
la autoridad divina.
En cierta ocasión el hijo de una israelita y un egipcio, uno de los
miembros del populacho mixto que había salido de Egipto con Israel,
abandonó la parte del campamento que le fue asignada, y entró en
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la de los israelitas y aseveró tener derecho a levantar su tienda allí.
La ley divina se lo prohibía, pues los descendientes de un egipcio
estaban excluidos de la congregación hasta la tercera generación. Se
entabló una disputa entre él y un israelita, y habiéndose presentado
el asunto a los jueces, el fallo fue adverso al transgresor.
Enfurecido por esta decisión maldijo al juez, y en el ardor de su
ira blasfemó contra el nombre de Dios. Inmediatamente se le llevó
ante Moisés. Se había dado el mandamiento: “Igualmente el que
maldiga a su padre o a su madre, morirá”, pero no se había dictado
medida aplicable a este caso. Era tan terrible este delito que era
necesaria la dirección especial de Dios para decidir lo procedente.
Se puso al hombre bajo custodia mientras se averiguaba cuál era