Página 448 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
metida. Durante la permanencia en el desierto, sirvió como primer
ministro de Moisés, y por su fidelidad serena y humilde, su perseve-
rancia cuando otros flaqueaban, su firmeza para sostener la verdad
en medio del peligro, había dado evidencias de su capacidad para
suceder a Moisés aun antes de ser llamado a ese puesto por la voz
de Dios.
Con gran ansiedad y desconfianza de sí mismo, Josué había
mirado la obra que le esperaba; pero Dios eliminó sus temores al
asegurarle: “como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré
ni te desampararé. [...] Tú repartirás a este pueblo como heredad la
tierra que juré dar a sus padres”. “Yo os he entregado, tal como lo dije
a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies”.
Véase
Josué 1-4
. Había de ser suya toda la tierra que se extendía
hasta las alturas del Líbano en la lejanía, hasta las playas de la gran
mar, y hasta las orillas del Eufrates en el este.
A esta promesa se agregó el mandamiento: “Solamente esfuér-
zate, y sé muy valiente, cuidándote de obrar conforme a toda la ley
que mi siervo Moisés te mandó”. Además le ordenó el Señor: “No
te apartes de ella ni a la derecha ni a la izquierda, para que seas
prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de
tu boca este libro de la Ley, sino que de día y de noche meditarás en
él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito en
él, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien”.
Los israelitas seguían acampados en la margen oriental del Jor-
dán, y este río presentaba la primera barrera para la ocupación de
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Canaán. “Levántate”, había sido el primer mensaje de Dios a Josué,
“y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy
a los hijos de Israel”. No se les dio ninguna instrucción acerca de
cómo habían de cruzar el río. Josué sabía, sin embargo, que el Señor
haría posible para su pueblo la ejecución de cualquier cosa por él
ordenada, y con esta fe el intrépido caudillo inició inmediatamente
los arreglos pertinentes para avanzar.
A pocas millas más allá del río, exactamente frente al sitio donde
los israelitas estaban acampados, se hallaba la grande y muy fortifi-
cada ciudad de Jericó. Era prácticamente la llave de todo el país, y
representaba un obstáculo formidable para el éxito de Israel. Josué
envió, por lo tanto, a dos jóvenes como espías para que visitaran
la ciudad, y para que averiguaran algo acerca de su población, sus