Página 526 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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Historia de los Patriarcas y Profetas
nada que proceda de la vid, no beberá vino ni sidra, ni comerá cosa
inmunda. Guardará todo lo que le mandé”.
Dios tenía reservada una obra importante para el hijo prometido
a Manoa, y a fin de asegurarle las cualidades indispensables para
esta obra, debían reglamentarse cuidadosamente los hábitos tanto de
la madre como del hijo. La orden del ángel para la mujer de Manoa
fue: “No beberá vino ni sidra, y no comerá cosa inmunda: guardará
todo lo que le mande”. Los hábitos de la madre influirán en el niño
para bien o para mal. Ella misma debe regirse por buenos principios
y practicar la temperancia y la abnegación, si procura el bienestar
de su hijo. Habrá malos consejeros que dirán a la madre que le es
necesario satisfacer todo deseo e impulso; pero semejante enseñanza
es falsa y perversa. La madre se halla por orden de Dios mismo bajo
la obligación más solemne de ejercer dominio propio.
Tanto los padres como las madres están comprendidos en esta
responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos sus propias
características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos.
Con frecuencia, como resultado de la intemperancia de los padres,
los hijos carecen de fuerza física y poder mental y moral. Los que
beben alcohol y los que usan tabaco pueden transmitir a sus hijos sus
deseos insaciables, su sangre inflamada y sus nervios irritables, y se
los transmiten en efecto. Los licenciosos legan a menudo sus deseos
pecaminosos, y aun enfermedades repugnantes, como herencia a
su prole. Como los hijos tienen menos poder que sus padres para
resistir la tentación, hay en cada generación tendencia a rebajarse
más y más. Los padres son responsables, en alto grado, no solamente
por las pasiones violentas y los apetitos pervertidos de sus hijos, sino
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también por las enfermedades de miles que nacen sordos, ciegos,
debilitados o idiotas.
La pregunta de todo padre y madre debe ser: “¿Cuál debe ser la
manera de vivir del niño y qué debemos hacer con él?” Muchos han
considerado livianamente el efecto de las influencias prenatales; pero
las instrucciones enviadas por el cielo a aquellos padres hebreos, y
dos veces repetidas en la forma más explícita y solemne, nos indican
cómo mira nuestro Creador el asunto.
Y no bastaba que el niño prometido recibiera de sus padres un
buen legado. Este debía ir seguido por una educación cuidadosa y
la formación de buenos hábitos. Dios mandó que el futuro juez y