Página 585 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

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La presunción de Saúl
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para se convenciera de cuán insensato es confiar en el hombre, y
para que se volviera a él como a su única fuente de auxilio.
Había llegado la hora de la prueba para Saúl. Él debía demostrar
si quería o no depender de Dios y esperar con paciencia en conformi-
dad con su mandamiento, revelando así si era hombre en quien Dios
podía confiar como soberano de su pueblo en estrecheces, o si iba a
vacilar y revelarse indigno de la sagrada responsabilidad que había
recaído en él. ¿Escucharía el rey escogido por Israel al Soberano de
todos los reyes? ¿Dirigiría él la atención de sus soldados pusilánimes
hacia Aquel en quien hay fuerza y liberación sempiternas?
Con impaciencia creciente esperaba Saúl la llegada de Samuel,
y atribuía la confusión, la angustia y la deserción de su ejército a
la ausencia del profeta. Llegó el momento señalado, pero el varón
de Dios no apareció inmediatamente. La providencia de Dios había
detenido a su siervo. Pero el espíritu inquieto e impulsivo de Saúl no
pudo ser refrenado por más tiempo. Creyendo que debía hacerse algo
para calmar los temores del pueblo, resolvió convocar una asamblea
para el servicio religioso, e implorar la ayuda divina mediante el
sacrificio. Dios había ordenado que únicamente los que habían sido
consagrados para el servicio divino podían presentarle los sacrificios.
Pero Saúl mandó: “Traedme holocausto y las ofrendas de paz” (véase
1 Samuel 13, 14
), y así como estaba, equipado con su armadura y
sus armas de guerra, se acercó al altar y ofreció el sacrificio delante
de Dios.
“Cuando él acababa de ofrecer el holocausto, vio a Samuel que
venía; y Saúl salió a su encuentro para saludarlo”. Samuel vio en
seguida que Saúl había obrado contrariamente a las instrucciones
expresas que se le habían dado. El Señor había dicho por medio del
profeta que en esa ocasión revelaría lo que Israel debía hacer en esta
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crisis. Si Saúl hubiera cumplido las condiciones bajo las cuales se
prometió la ayuda divina, el Señor habría librado maravillosamente a
Israel mediante los pocos que permanecieran fieles al rey. Pero Saúl
estaba tan satisfecho de sí mismo y de su obra, que fue al encuentro
del profeta como quien merecía alabanza y no desaprobación.
El semblante de Samuel estaba cargado de ansiedad y tribulación;
pero a su pregunta: “¿Qué has hecho? Saúl respondió: “Porque vi
que el pueblo se desbandaba y que tú no venías dentro del plazo
señalado, mientras los filisteos estaban ya concentrados en Micmas,