Página 71 - Historia de los Patriarcas y Profetas (2008)

Basic HTML Version

El diluvio
67
maldición poniendo sus afectos en ellos más bien que en Aquel
que se los había dado. Emplearon el oro y la plata, las piedras
preciosas y las maderas selectas, en la construcción de mansiones
para sí y trataron de superarse unos a otros en el embellecimiento
de sus moradas con las más hábiles obras del ingenio humano.
No procuraban más que satisfacer los deseos de sus orgullosos
corazones, y se aturdían en escenas de placer y perversidad. No
deseaban conservar a Dios en su memoria, y llegaron a negar su
existencia. Adoraban a la naturaleza en lugar de rendir culto al
Dios de la naturaleza. Glorificaban al ingenio humano, adoraban las
obras de sus propias manos, y enseñaban a sus hijos a postrarse ante
imágenes esculpidas.
Construyeron altares a sus ídolos en los verdes campos y bajo la
sombra de hermosos árboles. Bosques extensos, que conservaban
su follaje siempre verde, eran dedicados al culto de dioses falsos. A
estos bosques estaban unidos bellos jardines, con largas y sinuosas
avenidas adornadas de árboles cargados de frutos, y de toda clase
de estatuas; todo lo cual estaba provisto de cuanto podía agradar
a los sentidos y fomentar los voluptuosos deseos del pueblo, y así
inducirlo a participar del culto idólatra.
Los hombres eliminaron a Dios de su mente, y adoraron las
creaciones de su propia imaginación; y como consecuencia, se de-
gradaron más y más. El salmista describe el efecto producido por
la adoración de ídolos sobre quienes la practican. “Semejantes a
ellos son los que los hacen y cualquiera que confía en ellos”.
Salmos
115:8
.
Es una ley del espíritu humano que nos hacemos semejantes al
objeto que contemplamos. El hombre no se elevará más allá de sus
conceptos acerca de la verdad, la pureza y la santidad. Si el espíritu
[71]
no sube más arriba que el nivel humano, si no se eleva mediante la
fe para comprender la sabiduría y el amor infinitos, el hombre irá
hundiéndose cada vez más. Los adoradores de falsos dioses revestían
a sus deidades de cualidades y pasiones humanas, y rebajaban así
sus normas de carácter a la semejanza de la humanidad pecaminosa.
Como resultado lógico se corrompieron.
“Vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra,
y que todo designio de los pensamientos de su corazón solo era de
continuo el mal [...]. La tierra se corrompió delante de Dios, y estaba